LANZAMIENTO. El misil táctico SM-3 surca el cielo tras salir del buque 'USS Lake Erie'. / AFP
MUNDO

EE UU destruye con un misil un satélite espía averiado antes de que cayera sobre la Tierra

El Pentágono confía en que el proyectil haya desintegrado el tanque de combustible del aparato, que se alimenta con sustancias muy tóxicas

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Todos los tripulantes del buque de guerra 'USS Lake Erie' cruzaron los dedos segundos antes de que el misil táctico SM-3 surcase el cielo, hasta alcanzar los 247 kilómetros de altura sobre el Océano Pacífico para destruir, de una vez por todas, un antiguo satélite espía estadounidense a la deriva con un tanque lleno de combustible tóxico. Finalmente, pese a la complicada misión parece que el Pentágono cumplió con su objetivo.

Las primeras estimaciones apuntan a que el misil se dirigió contra el satélite, del tamaño de un autobús escolar, a una velocidad de unos 35.000 kilómetros por hora. El general James Cartwrigh aseguró ayer durante una rueda de prensa que «hay un alto grado de certeza de que golpeamos el tanque» de combustible del aparato, que era la meta establecida desde el principio, pero «aún no podemos confirmarlo con seguridad». «Hasta ahora no hemos visto nada más grande que un balón de fútbol», añadió.

No obstante, los resultados de las pruebas definitivas para saber si el satélite ha sido destruido se sabrán en 24 ó 48 horas, y durante ese tiempo se limitará el tráfico aéreo como medida de seguridad. Y es que el general no pudo garantizar que el material del depósito no pueda aún caer a la Tierra.

De todas formas, todo apunta a que esta minuciosa aventura, la primera de este estilo para la Marina norteamericana, tuvo un feliz desenlace pese a la dificultad de destruir un tanque de combustible que medía alrededor de 0,9 metros y contenía hidracina, un combustible altamente tóxico y dañino para la población. Sin embargo, los diez segundos de margen que el misil táctico tuvo para desintegrar al satélite fueron más que suficientes para impedir que el mismo chocase contra la Tierra.

Orden de Bush

Hace unas semanas, el Gobierno de George W. Bush advirtió la urgente necesidad de llevar a cabo esta misión para evitar que el satélite averiado hubiera impactado el próximo 6 de marzo contra un punto impredecible del planeta, esparciendo las toxinas. Bush «ordenó al departamento de Defensa proceder a la interceptación» del satélite mediante un misil mar-aire, para asegurarse de que los restos cayeran al agua evitando poner en peligro a la población. Para llevar a cabo la tarea, EE UU desembolsó 60 millones de dólares -40,5 millones de euros- y tuvo que modificar el programa de software de sus misiles para que pudieran reconocer al aparato perdido en el espacio.

Aún así, el consejero y asesor adjunto de Seguridad Nacional de Estados Unidos, James F. Jeffrey, llamó a la calma y puso de manifiesto que sólo había una posibilidad remota de que el satélite se desplomara sobre la Tierra, entrase intacto en la atmósfera terrestre y diseminara gases tóxicos. Sin embargo, la Marina decidió seguir adelante con su misión. Esta tarea se ha convertido, además, en la prueba que ha demostrado la eficacia del sistema defensivo antimisiles, que fue diseñado para hacer frente a amenazas de medio alcance y es uno de los programas de defensa más aclamados del Pentágono.

Pese a las críticas de los gobiernos de China y Rusia, Washington negó en todo momento estar haciendo una demostración de su poder armamentístico, y ha rechazado cualquier similitud con el empleo del Gobierno chino de varios misiles para derribar un antiguo satélite en enero del año pasado.

Según el portavoz del departamento de Estado, Sean McCormack, la misión china «fue específicamente diseñada como una prueba contra el satélite, para probar la habilidad para destruirlo», mientras que la operación estadounidense se trataba de «un intento para proteger a la población en tierra».

Caber recordar que el satélite de espionaje estadounidense, de uso secreto, fue lanzado el 14 de diciembre de 2006 desde la base Vandenberg, en California.