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EL VELO. Una alumna regresa con un amiga a un colegio de Gerona tras ser admitido su 'hijab'. / EFE
ESPAÑA

Por Barajas o en patera

La criminalidad y los cayucos marcaron la percepción social de la inmigración

J. M.
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Los extranjeros representan el 35% de la población reclusa española.Y en algunas penitenciarías, como Topas (Salamanca), son la mayoría. En realidad, aunque las tasas de criminalidad se mantienen estables, han aumentado los delitos que causan más alarma ciudadana: robos en viviendas, 'secuestros express'... La relación entre inmigración y delincuencia aparece en el debate político en ese contexto, casi siempre vinculada con las andanzas de los menores no acompañados; de las pandillas importadas de Latinoamérica que actúan en las barriadas urbanas y de las bandas del Este europeo.

Recientemente, el Consejo General del Poder Judicial ha advertido de que casi la tercera parte de los casos de violencia sexista están protagonizados por in- migrantes y ha planteado la necesidad de adoptar medidas, aunque sin especificar cuáles. A la postre, la evolución de las diversas formas de criminalidad ha moldeado la percepción colectiva de la inmigración, hasta el punto de que esta cuestión fue la que más preocupaba a los españoles en octubre de 2006, según el Centro de Investigaciones Sociológicas, por delante de la vivienda, el paro o el terrorismo.

A esa reacción social no fueron ajenos dos acontecimientos ocurridos ese año: una cadena de asaltos violentos perpetrados en chalés de Cataluña y la avalancha de cayucos en Canarias. Las imágenes de los subsaharianos que llegaban al archipiélago al límite de sus fuerzas fueron percibidas como una invasión que se abatía sobre toda España, a pesar de que en 2006 llegaron en patera 39.180 personas a todo el territorio nacional. Y el año siguiente apenas sumaron 18.000, una proporción minúscula en comparación con el total de ilegales.

En realidad, la práctica totalidad de los inmigrantes entra por los mismos sitios: el aeropuerto de Barajas o las fronteras con Francia. En cambio, las rutas clandestinas son móviles y se desplazan a medida que España acentúa los controles. Así, cuando se implantó el sistema de vigilancia electrónica (SIVE) en el Estrecho de Gibraltar, las pateras que inicialmente partían del norte de Marruecos empezaron a navegar hacia Canarias desde el antiguo Sáhara español. En 2005, las autoridades marroquíes también aumentaron la vigilancia en esa región y, al verse bloqueados, decenas de subsaharianos intentaron saltar las vallas de Ceuta y Melilla a la desesperada. El cierre de fronteras en ambas ciudades se saldó con once muertos, decenas de heridos y una deportación colectiva de los supervivientes al desierto del Sáhara.

Ruta forzosa

A continuación, las pateras partieron de Mauritania y, por último, desde Senegal, una ruta que se convirtió en forzosa a partir del verano de 2006, cuando el Frontex comenzó a patrullar frente a África Occidental. El año pasado se detectaron pateras en la región de Murcia y en Baleares. «África es como un barril lleno de agua. Tapas un agujero, pero el líquido sale por otro», explicó un militar marroquí destinado en El Aaiun (Sahara).

Los demógrafos calculan que cinco millones de subsaharianos, y miles de chinos, paquistaníes e indios mezclados entre ellos, intentarán arribar a Europa desde África antes de 2015, bien por España, por Italia o por Grecia. Según Fortaleza Europea, una ONG italiana, el año pasado murieron, al menos, 1.861 personas en ese viaje, de las cuales 745 se ahogaron o fallecieron de hambre y sed en aguas del archipiélago canario; 131, en el Estrecho de Gibraltar; 551, en el canal de Sicilia; 257, en el mar Egeo, y 177, en otros lugares.