«No soy un poeta, sólo un chico que escribe canciones»
El gesto serio y la mirada esquiva, de chico tímido. Quique González (Madrid, 1973) se detiene a pensar cada frase y la desliza despacio, como toma la guitarra cuando en un pequeño local oscuro regala a su público un buen ramillete de canciones. Diez años después de los primeros temas y las aventuras discográficas, diez años después de las primeras historias de corazones rotos, vuelve al paisaje de la ciudad del viento, esta vez, para actuar. .
Actualizado:-Ha tenido que pasar casi una década para que actúe por primera vez en la provincia que tanto ha salido en sus temas...
-Sí, es la primera vez que vengo a Cádiz a actuar y siempre compongo aquí. Soy un enamorado de la provincia y mis temas tienen muchas referencias. En Salitre, por ejemplo, la mitad del disco salió aquí. Llevo tiempo haciendo lo posible por venir a tocar pero, por distintas razones, ha sido imposible. Me iré un poco antes para estar con Enrique (Bunbury) y, muy probablemente, me quede un par de días.
-Viene con un disco que, según sus palabras, «a veces sangra».
-Es una manera de decir que respira verdad. Me gusta pensar que el disco suda y las canciones sangran en el sentido de que son explícitas en los sentimientos y los estados de ánimo. Las canciones que tienen verdad no pueden sino sangrar.
-Y, con una producción tan intimista, ¿no le da miedo desnudarse?
-Uno siempre tiene sus filtros para esconder cosas pero en mi caso mi vida está en paralelo a mis canciones. Me sirven para expresar cómo soy, cómo me siento. Me gusta que sean parte de todo. Es un tópico pero no deja de ser cierto que la música es una suerte de terapia.
-Después de la revisión del recopilatorio Ajuste de cuentas, ¿cómo se ha tomado el nuevo disco? ¿Cómo una ruptura o una evolución?
-Hay un poco de resumen y también de punto y aparte. Quería hacer una cosa distinta en lo que se refiere a la sonoridad, menos apegada al rock clásico pero todavía en él. Lo de trabajar en forma grupal también supone un cambio, así como no haber colaborado esta vez con el que considero mi padre en esta profesión, Carlos Raya.
-Ha firmado discos muy diferentes según el momento de su vida y su estado de ánimo, ¿cómo respira este último?
-Son buenos tiempos. Se cumplen diez años desde que empecé a ser músico y me veo con un plus de seguridad. Trabajo con un equipo fantástico y me siento muy querido por la gente que me escucha.
-Regresa con letras profundas, algunas hasta crípticas...
-Hay temas más abstractos y otros menos, se trata de jugar un poco con las dos cosas, sin que se pierda el misterio. En ambos registros, el más explícito y el que no, soy el mismo.
-¿Qué les dice a los que le ven un poeta?
-Uff... no me considero un poeta en absoluto. La poesía es un género magnífico pero yo sólo soy un chico que hace canciones. Es agradable que alguien te compare porque significa que te aprecia, pero es un género distinto. Eso no significa que la canción sea menos noble, es diferente.
-Desde hace dos trabajos ha vuelto a las discográficas tras varios años de autoedición con Varsovia!, ¿no teme perder independencia?
-Por ahora con DRO me entiendo perfectamente, me dejan trabajar con libertad y eso me permite tener más tiempo, menos líos y follones, y dedicarme más a la música. De todas formas en este tiempo he trabajado con seis managers y tres discográficas. He tenido de todo como mucha gente. No sé si volveré a la autoedición, por ahora estoy bien.
-«Aunque tú no lo sepas, me he acostado en tu espalda». ¿Se siente reconocido en las letras que escribió al principio y que sus admiradores todavía mantienen vigentes?
-Sí, creo que de eso se trata. Es satisfactorio ver que las balas que disparas llegan a algún sitio, que calan en la vida de la gente... Las canciones tienen vida propia, la gente las hace suyas.
-¿Y no da vértigo participar de la vida sentimental de los otros?
-Uff... yo lo miro con cierta distancia, si no, me volvería loco. Hay que verlo como un privilegio pero no pensarlo demasiado.
-Dice Javier Ruibal que intentar conocer a los artistas es un error, que suelen ser menos interesantes que sus canciones.
-El maestro tiene razón. Las canciones tienen un misterio que nosotros no tenemos. Los cantautores somos seres corrientes, con nuestras miserias.
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