COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

No hay más cera

Decía la otra noche -da igual la noche, porque los programas se repiten tanto que es posible verlo cualquier día- Manuel Pizarro en Ondacádiz, en una de esas entrevistas trasnochadas que pretenden seguir el modelo trasnochado de Jesús Quintero hace quince años, que nuestra ciudad se había convertido en ejemplo para muchas poblaciones españolas que pretendían vivir del turismo, que daba gusto vivir aquí -evidentemente él no vive-, que se notaba la prosperidad en sus calles y en sus gentes, que sólo había que darse una vuelta para comprobar el estado de euforia en que nos encontrábamos, deseando todos que llegue el doce. Hablaba Manuel Pizarro, ante el asentimiento del entrevistador, de una ciudad que podría ser cualquiera ciudad menos Cádiz, que encabeza las listas del paro, de la infravivienda, del subsidio y de todo lo que ya sabemos.

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Hombre, una cosa es el marketing, la campaña de imagen y todo lo demás y otra muy distinta es la tomadura de pelo. Yo entiendo que Manuel Pizarro, -como podría hacer Pedro Solbes-, está intentando vender una burra y que no va a decir que la burra es coja, puedo incluso llegar a comprender que este señor conozca Cádiz de oídas y que su discurso sea el mismo en Palencia que en Segovia.

El problema es siempre el mismo que, una vez más, la realidad virtual supera a la de todos los días. Que queremos y no podemos, que nos han dicho que somos ricos pero la tarjeta de crédito siempre pasa la factura. Con estos mimbres no se pueden hacer otros canastos. O empezamos a asumir que somos una ciudad pequeña, de una provincia pequeña, que somos una ciudad pobre sin más suelo ni más trascendencia -cultural, social, histórica- que la que tenemos, o andaremos el camino que nos queda vendiendo nuestra alma al primero que se preste a pagarnos las deudas. No hay más cera que la que arde, y las llamas si no se alimentan, se apagan. Miren, si no, el pebetero.