Fidel Castro charla con su hermano Raúl durante una sesión parlamentaria de 2003. / AFP
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Castro sucede a Castro

Fidel anuncia su retirada tras casi cincuenta años al frente del régimen revolucionario cubano, que ahora pasará a liderar su hermano Raúl

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Fidel Castro no volverá a ser presidente de Cuba, pero todo parece indicar que otro Castro, su hermano Raúl, general y ministro de las Fuerzas Armadas, de 76 años, lo sucederá al frente del Gobierno cuando el próximo domingo la Asamblea Nacional elija a los miembros del nuevo Consejo de Estado y de Ministros.

Los años y especialmente una enfermedad que casi lo lleva a la tumba son los culpables del retiro del Comandante en jefe, que, contra lo que muchos pensaban, no morirá con las botas puestas ni con el uniforme verde olivo tras mantenerse en el poder 49 años, un mandato sólo superado por la reina de Inglaterra. Desde que enfermó en julio de 2006 y delegó sus funciones, las pocas comparecencias ante los medios en fotografías o vídeos han sido vestido con pijama o con atuendos deportivos con los colores cubanos.

Fiel al estilo que adoptó desde que se apartó «provisionalmente» del poder hace diecinueve meses, el líder cubano recurrió a la escritura para explicar su renuncia a ser reelegido. Un mensaje enviado al diario 'Granma' dirigido a sus «queridos compatriotas» anunciaba su decisión de «que no aspiraré ni aceptaré, repito, no aspiraré ni aceptaré, el cargo de presidente del Consejo de Estado y comandante en jefe». No hizo referencia a su cargo como secretario general del Partido Comunista de Cuba (PCC), que debería ser revocado en un congreso, lo que le permite mantener aún una porción del pastel importante. Los congresos supuestamente son quinquenales, aunque el último se celebró en 1997. Sin embargo, por lógica, podría ser que una vez convocado, Castro presente también su dimisión aduciendo las mismas razones de salud.

El líder de los barbudos que desde su base clandestina de Sierra Maestra acabaron con el régimen dictatorial y pro americano de Fulgencio Batista pone fin así a medio siglo de historia de Cuba y mundial. Casi cincuenta años en los que ha conseguido frenar al gigante estadounidense, primero con el apoyo del régimen de la Unión Soviética y siempre con la fidelidad de un pueblo que, en el fondo, le ha idolatrado a pesar del hambre y de las necesidades indisfrazables.

El Comandante ha sobrevivido a más de seiscientos intentos de asesinato y ha visto cómo han llegado y se han ido hasta nueve inquilinos de la Casa Blanca, todos, en mayor o menor medida, empeñados en alejarle del poder con el uso de cualquier método, incluidos los nada encomiables utilizados por la CIA. Ni la invasión de la bahía de Cochinos, ni el estrangulamiento de la Ley Helms-Burton han podido con el hombre que ha puesto rostro al mito de la utopía de la izquierda revolucionaria.

Pistas

Villano para unos, héroe para otros, ha personificado siempre la obstinación de poner freno al enemigo del norte, situado a apenas 144 kilómetros de sus playas. Su habilidad para convertir en éxito sus fracasos -como en el fallido asalto al Cuartel Moncada- ha salpicado medio siglo de supervivencia, desde la guerra fría hasta el neocapitalismo. Castro llegó a poner al mundo al borde de una guerra nuclear al autorizar la construcción en suelo cubano de una plataforma de misiles soviéticos durante el mandato presidencial de John Fitzgerald Kennedy. Washington y el Kremlin de Nikita Kruchev mantuvieron en vilo a las diplomacias mundiales. Caída la URSS, Fidel pervivió. Lo hizo hasta ayer, cuando oficializó una noticia sobre la que había dado pistas durante su convalecencia.

El líder comunista -nacido hace 81 años en Birán, al oriente de la isla, hijo de gallego y cubana-canaria- fue adelantando sus intenciones de no retomar el poder, pero su reciente reelección como diputado podría haber dado paso a su nuevo nombramiento como presidente, algo que descolocó a los observadores que no se atrevían a inclinar la balanza en ninguno de los dos sentidos.

En cambio, renuncia al cargo de comandante en jefe, puesto que según algunos expertos es honorífico y podría haber mantenido de por vida, pues se otorga a los veteranos guerrilleros que fueron jefes en la Sierra Maestra.

Como es costumbre también en el régimen, no hubo reacciones oficiales. En el primer informativo, la televisión y las emisoras de radio se limitaron a leer íntegro el mensaje para luego pasar a otros asuntos como la información del tiempo o los actos de la feria del libro. Ya a mediodía, cuando la noticia había corrido como la pólvora, los medios emitieron reacciones de cubanos de toda la isla, pero el comentarista del informativo se centró en Kosovo.

Sin embargo, la agitación fue grande entre corresponsales y diplomáticos. Los teléfonos los despertaron de madrugada informando de la publicación en el diario oficial Granma el mensaje que confirmaba el retiro oficial de Fidel de la vida política pública de la isla. Mientras, la mayoría de los cubanos dormía.

A toda página, con el titulo de Mensaje del Comandante en Jefe, Castro rubricaba una carta en la que confirmaba su intención de retirarse, situación de la que había ido dando un par de pistas en los diecinueve meses que dura su convalecencia y el Gobierno provisional de su hermano.

El escrito llega en una semana importante para el futuro de la isla, porque el domingo se reúne el nuevo Parlamento que debe elegir al próximo Gobierno. La duda era si el líder, de 81 años, sería reelegido o no. Ni analistas ni observadores se atrevían a afirmar con rotundidad qué se iba a retirar.

La margarita ya está deshojada. El cuerpo ya no está para muchos trotes. Durante este prolongado periodo dedicado a la rehabilitación, la lectura y la escritura, Fidel Castro llegó a una conclusión que cuando la expresó por primera vez en diciembre alertó sobre sus intenciones pero todavía se cogió con pinzas. «Mi deber elemental no es aferrarme a cargos, ni mucho menos obstruir el paso a personas más jóvenes, sino aportar experiencias e ideas cuyo modesto valor proviene de la época excepcional que me tocó vivir», dijo entonces. Ayer añadió que «traicionaría por tanto mi conciencia al ocupar una responsabilidad que requiere movilidad y entrega total que no estoy en condiciones físicas de ofrecer». Lo explicó sin dramatismo.

Además, sostuvo haber satisfecho su deseo de «cumplir el deber hasta el último aliento. Es lo que puedo ofrecer». Y aseguró que no se despide, que seguirá combatiendo como un «soldado de las ideas» y escribiendo, aunque a partir de ahora la llamadas 'Reflexiones del comandante en jefe' se titularán Reflexiones del compañero Fidel. «Será un arma más del arsenal con la cual se podrá contar. Tal vez mi voz se escuche. Seré cuidadoso».

A la espera de cambios

Su alejamiento oficial del poder despeja el camino para que Raúl Castro pueda concretar los cambios que esperan en la isla y fuera de ella. A partir de ahora, será observado con mucha más atención porque gran parte de los cubanos que permanecen en la isla están pendientes de sus próximas medidas. Algunos esperan ver movimientos que les permitan no embarcarse en aventuras costosas y arriesgadas, como subirse a lanchas rápidas para salir ilegalmente de la isla rumbo al Dorado estadounidense que a veces acaba en la cárcel, el fondo del mar o con 10.000 euros de promedio por persona menos en las cuentas familiares.

Entre los retos pendientes, es dar solución a la prohibición de viajar al extranjero, alojarse en hoteles, a la contradicción de mantener dos monedas que se cambian a veinticinco por uno y hace que sea necesario el sueldo de un mes para comprar un par de zapatos de plástico y luchar contra la corrupción y los chanchullos, además de reafirmar los pilares de la pervivencia del régimen de Fidel, la sanidad y la educación.

Los cubanos esperan que el nuevo Gobierno dé respuesta a esas críticas e inquietudes. Cómo lo hace Raúl Castro, sin alejarse del modelo socialista, es la incógnita, aunque tiene ejemplos en el otro lado del mundo, donde países como China y Vietnam han protagonizado un despegue económico manteniendo el mismo esquema político.