![](/cadiz/noticias/200802/19/Media/M1-1794530877--253x190.jpg?uuid=eff90a34-ded4-11dc-abc1-49ac489473d4)
Un egiptólogo español halla la tumba de un guerrero de 4.000 años de antigüedad
Primero fue un sarcófago policromado de la XVIII dinastía. Le siguió la tabla del aprendiz, única imagen frontal conocida de un faraón del antiguo Egipto que hoy adorna una sala del Museo de Luxor. Relieves de factura preciosista, vasos canopos antropomorfos, un ajuar funerario completo, y el año pasado fueron arreglos florales momificados, prenda de rituales conocidos pero hasta entonces faltos de pruebas físicas. Son los frutos que ha ido cosechando en la vieja Tebas el Proyecto Djehuty, el de más envergadura de la egiptología española, desde sus primeras calas hace ahora siete años. Y suma y sigue. La última campaña de excavación, cerrada hace apenas unos días, viene con premio gordo.
Actualizado: GuardarEl equipo liderado por el egiptólogo José Manuel Galán, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha desenterrado el ataúd intacto de un guerrero, arquero por más señas, de 4.000 años de antigüedad. Iqer, el excelente según la inscripción jeroglífica que identifica la caja, policromada y decorada con motivos primitivos. En el interior, el cuerpo momificado del soldado, debajo de dos grandes arcos y tres bastones largos. A un lado del sarcófago se ha recuperado una vasija y cinco flechas clavadas en tierra, con sus plumas en el extremo.
Iqer es un regalo más que mana del complejo funerario de Djehuty y Hery -dos nobles tebanos del 1.500 y 1.550 antes de Cristo, servidores de la faraona Hatshepsut- que excavan Galán y su gente en la necrópolis de Dra Abu el-Naga, en la orilla occidental de la antigua Tebas, hoy Luxor.
«Es un hallazgo único y sorprendente porque muy pocas veces los arqueólogos tienen la fortuna de descubrir un enterramiento intacto tan antiguo», recalca Galán. Lo normal en la egiptología es llegar a las tumbas con cierto retraso. «La primera visita solía ser la de la familia del difunto para recuperar las joyas y los objetos de valor» de los que se rodeaba el finado para el más allá, pero que sus deudos necesitaban en el más acá. Y la segunda «en el siglo XIX, por saqueadores profesionales de tumbas que provocaban grandes daños», explica.