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LOS PELIGROS

Mentirosos, zotes y equivocados

Es demasiado generoso el diccionario cuando define la mentira como una expresión contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa. Ahí caben por igual el miserable que el ignorante: quien miente intencionadamente para engañar a alguien que el pobre hombre que se lo cree todo o que es un zopenco. Léase también en femenino. Naturalmente todo el mundo miente para obtener un beneficio. Por eso a las mentiras habría que juzgarlas, una a una, no por su rendimiento sino por su intención.

MANUEL J. RUIZ TORRES
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En lo que llevamos de campaña (es decir, cuatro años) se viene abusando de la mentira, en sus diversos significados, para tapar las vergüenzas propias o para esconder logros del adversario. Como niños chicos, nadie admite haberse equivocado. Y lo que es peor, si alguien tiene la honestidad de reconocerlo, le bajan cinco puntos las encuestas. Preferimos líderes que no asuman su responsabilidad nunca pero tengan discursos contundentes, ni siquiera bonitos: niños en la cárcel con doce años, discriminación de derechos, moral obligatoria. ¿Los preferimos?

Llevamos una semana en la que medio país se ha despertado filólogo para sentenciar que la tensión que pide el presidente Zapatero es sinónimo de crispación. Da igual que esa palabra defina mejor un estado de ánimo de excitación y esfuerzo que de pelea. Ni importan las propias explicaciones dadas: quienes se creen en posesión de la verdad están sobrados para interpretar lo que digan los demás. Se repite hasta la saciedad esa interpretación y luego, dada por cierta, se le destroza. Ya se hizo cuando el presidente dio noticia de conocer contactos entre entidades internacionales, nunca enviados propios, y ETA después del atentado de la T-4. Eso lo convirtió la oposición y medios afines en una autorización de los mismos, que pasaron a ser negociaciones políticas y, de ahí, un paso insidioso más para acusar al presidente de mentirnos por seguir negociando cuando había dicho ya que se habían acabado. Desde entonces, cualquier político popular da por cierto que el presidente mintió. Decía Goebbels que «una mentira repetida suficientemente acaba por convertirse en verdad». Pero el hecho de que los estrategas electorales del PP practiquen diversos principios de la propaganda nazi (enemigo único, exageración y desfiguración, vulgarización, silenciación) no lo convierten en tal. Ven, decir eso sería mentir.

No es cierta la afirmación del candidato Rubalcaba de que Rajoy ha sido el peor ministro de Interior de la democracia, lo que supone la terrible injusticia de hacer bueno a Acebes. Aunque nunca sabremos si es una mentira en el sentido de haber dicho lo contrario de lo que cree. El candidato Román, en cambio, sí debe pensar, como dice, que Zapatero es una bendición para la Bahía, si se quiere un juicio de valor que lo ensalza hasta lo divino, lo que ciertamente es una exageración confesional. Los candidatos andalucistas aseguran «Yo voy» un hecho, no sé si cierto o no, que hasta ahora sólo ha ensuciado con pegatinas los suelos y las paredes de nuestros pueblos, en una actitud incívica que extraña en quien quiere gobernarnos.

La candidata-alcaldesa Martínez ha manifestado su indignación contra los artistas que, según ella, han llamado turba mentirosa a los populares. Sorprende que para desmentir que la llamen mentirosa emplee mentiras como convertir la declaración de un artista concreto (Cuerda) en la de todos o decir que los populares gobernaron sin negociar con terroristas, hecho que está en las hemerotecas. No sé si realmente piensa, o miente, que esos artistas piden votar socialista para cobrar el canon digital. Como pensamiento propio es bastante pobre. Es como pensar que la televisión municipal le paga, con dinero de los gaditanos, a Jiménez Losantos para que desde ahí pida el voto para ella. Qué feo. Y un dato para los que acusan de comprar voluntades: el canon digital supone un gasto de 110 millones de euros al año. El fondo de compensación para los afectados de FORUM-AFISA, los que gritaban idiota a Zapatero, que lleva el PP en su programa serían 1.109 millones, diez veces más. Un dinero público que discrimina a los que guardaron sus ahorros en bancos, más seguros pero con menos beneficios. Muy injusto.