Coleccionismo en la intimidad
Más allá de los grandes nombres y las desorbitadas cifras, una cohorte de personas anónimas mantienen vivo el mundo del arte contemporáneo con sus compras
Actualizado: GuardarEl primer paso puede ser imperceptible. Puede que la obra se cuele en tu espacio por la puerta de atrás, en forma de regalo o de compra impulsiva. El arte puede entrar o no en tu vida pero, si lo hace, es muy probable que no se vaya nunca. Más allá de las grandes cifras, de las ferias millonarias y las compras imposibles, un gran número de personas anónimas, que no llevan las siglas de ninguna institución, que no saben de desgravaciones ni maneras de invertir, han hecho un hueco en su lugar más íntimo para disfrutar la inspiración de otros. Son los pequeños coleccionistas, gente esquiva que huye de oropeles y confiesa con dificultad cuántas y qué obras componen su pequeño patrimonio, gente sencilla que piensa que el arte, como la comida o las caricias, no tiene porqué ser un placer para minorías.
«Uno no sabe en qué momento exacto empieza. Un día alguien te regala algo, otras lo haces tú... y así poco a poco. De repente, un día me vi comprando por impulso, no porque me apeteciera un autor o un estilo, sino sólo porque la obra me decía llévame». El que habla es Javier, gaditano, coleccionista y poseedor de un conjunto de más de 100 obras que ha ido atesorando durante una década.
«Al principio estás perdido, buscas nombres que te suenan, que has leído en la prensa o en los libros. Poco a poco, te vas haciendo independiente, vas adquiriendo criterio y te mueves más por lo que te pide el cuerpo. Mi mujer y yo nos preguntamos si lo que vamos a comprar va a encajar en nuestra vida», confiesa este comprador de arte que se hace tres preguntas: «¿Qué me trasmite la obra? ¿Quiero que esté en mi casa? ¿Quiero verla cada día?»
Para José María, arquitecto y artista, empezar a coleccionar fue una evolución natural. «Tengo un hermano que estudió Bellas Artes y empecé a comprar a principios de los setenta. Me interesaba el arte pero también el diseño de mobiliario y la arquitectura», recuerda este comprador que localiza entre sus primeras piezas los grabados de sevillanos como Castaño, Cortijo o Cuadrado.
«Mi mirada se ha ido puliendo, los años me han ido haciendo mirar el arte con distintos ojos y vas cambiando de gustos. Al principio, me decantaba más por la figuración mientras que ahora me interesa mucho el abstracto», explica antes de hacer la cuenta: «Sí, puedo tener más de doscientas obras».
Periodista e historiadora del Arte, el caso de Carmen vuelve a entroncar con la pasión. «La gente te dice que tienes mucha obra, pero tú, cuánto más avanzas, menos te lo parece», asegura alguien que reconoce en la falta de espacio una pequeña fuente de frustración: «Se lleva muy mal eso de no poder tenerlo todo colgado. Al final la vas cambiando, pero fastidia».
¿Inversión?
Tal vez porque se iniciaron en esto más por devoción que por otra cosa, ninguno de estos coleccionistas ve su hobbie en términos de rentabilidad económica. «Yo ni siquiera considero que tenga una colección», apunta José María. «Nunca lo he hecho como inversión porque eso es para gente que compra arte porque tiene dinero, yo no».
Javier confiesa que tampoco ha vivido su afición de esa manera: «Siempre ha sido una satisfacción personal no algo económico. Sí que es cierto que, a veces, cuando una obra se revaloriza, sientes una satisfacción porque es como si confirmara lo que tú has elegido».
«Es absurdo ignorar que lo que tienes tiene un valor, pero no lo haces por eso, porque todo lo que compras es porque te gusta», asegura Carmen, devota del surrealismo con obras de Michaux, Pons o Camacho.
Aunque los coleccionistas no gustan de dar demasiada información, José María viene a bien compartir que, entre sus piezas, guarda con mimo un grabado de Chilllida. Javier, más tímido, apenas se atreve a confesar que, mezclada con su obras más valiosas, «hay alguna pieza surrealista de un autor vivo».
Más allá de gustos personales, años de experiencias y preferencias en el género o el estilo, si hay algo en lo que están de acuerdo los coleccionistas es en la labor divulgativa de las galerías. «Ellas son las que te ponen sobre la pista», apunta Javier. «Son las que te dan facilidades para acceder a piezas que estén a tu alcance o te facilitan el pago de otras más caras», añade José María.
Después de una década de perseguir ferias, galerías y talleres, todos tienen algunas claves para quienes quieran dar sus primeros pasos: «Yo recomendaría comprar aquello que gusta, no hacer sólo caso a lo que te digan o lo que leas», adelanta Javier. «Es fundamental tener conexión con el galerista, escucharle y negociar», aconseja José María.
En el caso de Carmen, la intuición es lo primero. «Hay que dejar volar la imaginación. Normalmente no te equivocas», aconseja alguien que hace unos años siguió su instinto para comprar a la que hoy es una de las artistas emergentes más importantes de Andalucía, María José Gallardo.Y para los que aún piensan que el arte es cosa de ricos, Javier tiene la solución: «No es verdad eso de que se requiera mucha capacidad adquisitiva. La gente compra láminas enmarcadas y no sabe que por un poco más puede tener una pieza única».
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