Horas para contar toda una vida
Carmen Fluxá no sabía nada de su hermana desde que hace 36 años Teresa abandonara Jerez repentinamente. Ahora, gracias a internet y la constancia de su familia, ha vuelto a abrazarla
Actualizado:Existen historias que son difíciles de contar porque su complejidad es capaz de encoger el corazón de cualquiera. Por ello, tal vez, se trasforman, casi sin quererlo, en parte de nuestras vidas, las asumimos como propias y somos capaces de ponernos en la piel de los protagonistas que les han dado forma. La ausencia de un familiar siempre es dolorosa. Las horas, los días, las semanas y los años se hacen eternos ante la falta de aquella persona que fue capaz de dar cariño y comprensión en los momentos difíciles y buenos consejos cuando era necesario. Vivir sin ellos duele, pero saber que se encuentran en alguna parte del mundo y desconocer su paradero es una tortura a la que muchas familias se ven sometidas sin entender el por qué.
Carmen Fluxá ha estado 36 años sin saber absolutamente nada de su hermana Teresa. «Un buen día desapareció y no supe de ella hasta que mis nietas consiguieron encontrarla», asegura. Tiene 80 años y su delicado estado de salud hizo, tras una fuerte crisis que la retuvo en el Hospital durante varios días, hizo que una de sus nietas decidieran mover cielo y tierra para encontrar a la hermana de su abuela. Durante días, internet fue la clave de la búsqueda, no obstante y casi sin darse cuenta dio con un número de teléfono que situaba a Teresa en la ciudad de Zaragoza.
«El día que se marcharon ella y su marido vinieron a casa a comer, como era costumbre. Hablamos de los trabajos, de los niños y Pedro, el marido de mi hermana, fue a recoger a mi hija mayor, Teresa, al trabajo. En ese encuentro, él le comunicó que dejaban Jerez a la mañana siguiente, algo que yo no supe hasta que ocurrió», cuenta Carmen. Además de ello, «la tarde antes de que desaparecieran mi otra hija, Paqui, estuvo con ellos y llegó a casa asegurando que mi hermana no dejó de llorar en las horas que estuvieron juntos», insiste. «Ellos sabían que se iban de Jerez para siempre y se despidieron a su forma de nosotros», asevera.
Durante todo estos años Carmen ha vivido con muchas preguntas reservadas para su hermana. Ha visto crecer a sus hijas y a sus nietos pero añora a Teresa. Su vida no ha sido nada fácil, hija de militar en plena Guerra Civil, su madre murió a los pocos meses de ella nacer. Teresa es fruto de una segunda relación de su padre y aunque sus primos han sido como sus hermanos, siempre «eché de menos a mi hermanita pequeña».
Su nieta mayor fue quien le dio la noticia de que habían encontrado a Teresa. «Cuando me llamó y me dijo que el número que había conseguido Emma era el de mi hermana no me lo creía», subraya. Su reacción, lejos de las lágrimas, fue de incredulidad y hasta que no habló hace poco más de un año con ella por teléfono no supo a ciencia cierta de que era verdad.
«Somos muy mayores, así que había muchas posibilidades de que hubiese fallecido o de que no fuera ella», asegura. En Zaragoza fue localizada Teresa, una ciudad «donde estuvimos viviendo de pequeñas durante muchos años», sigue explicando Carmen con cierta nostalgia.
A lo largo de los más de 365 días en los que han estado hablando casi a diario por teléfono, Teresa «no ha dejado de preguntar como está la ciudad. Le hemos explicado que ha crecido mucho, que ya no existen muchos de los edificios que ella recuerda y que otros han sido restaurados. Hablamos de la vieja plaza de Abastos, de los encuentros en la Alameda del Banco y mi cuñado insiste en que añora los tabancos y el buen vino de esta tierra».
Teresa tiene dos hijos y vive en el casco histórico de Zaragoza desde hace tan sólo cinco años. «Debido al trabajo de Pedro han viajado mucho. Han vivido en las islas, en Barcelona e incluso en Canadá, así que ha sido una suerte encontrarlos en Aragón», apostilla Carmen, jerezana de adopción, ya que nació en Barcelona aunque «he hecho toda mi vida en Jerez».
Hace escasamente 15 días Carmen y Teresa se abrazaron tras 36 años. Y es que «mis hijas decidieron que había llegado el momento de que nos viéramos», comenta. De hecho, Paqui y Tere organizaron un viaje a Zaragoza «al que se apuntó toda la familia».
Así, «nos fuimos todos para tierras mañas». A lo largo de la hora y cuarto que dura el trayecto entre Sevilla y la capital aragonesas, Carmen se mostró nerviosa. El viaje a su edad fue una auténtica odisea y aunque cansada llegó feliz. Nada más abandonar la zona de recogida de equipajes «vi a mi hermana al otro lado de la puerta».
Un fuerte abrazo, al que se unieron sus hijas, selló el reencuentro de dos hermanas que tenían mucho de lo que hablar. «Teníamos horas para contarnos toda una vida, así que me fui a su casa desde el aeropuerto y me quedé a dormir con ella. El resto de la familia se fue a un hotel para no molestar mucho», aclara Carmen.
«Durante los dos días que estuve allí, hemos hablado de todo lo que teníamos que hablar», señala.
No saben si volverán a verse de nuevo pero ambas tienen claro que «la próxima cita será en Jerez. Mi hermana y su marido están también delicados de salud y eso hace que sean menos las posibilidades de que nos visiten».
De momento, y hasta que se produzca la vuelta de Teresa y Pedro a Jerez, ya les han hecho llegar «un abanico, unas cuantas botellas de fino y oloroso de nuestras principales marcas y un libro de las casas palacios que existen aún en la ciudad». braguilar@lavozdigital.es