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Agustín Nevas en su droguería de la calle Veedor, número 15.
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Los secretos del droguero

Después de cuarenta años, la droguería de Agustín Nevas, en el número 15 de la calle Veedor, sigue despachando estropajo de esparto y carbonato de sosa

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Entrar en la droguería de Agustín Nevas, en el número 15 de la calle Veedor, supone viajar en la máquina del tiempo debido al tradicional decorado en madera. Sobre el mismo mostrador se han despachado, durante los 40 años que tiene el negocio, productos «de toda la vida» como estropajos de aluminio y esparto, el carbonato de sosa, las bayetas antiguas y las mariposas. «Son los productos que aún hoy siguen demandando algunos clientes, generalmente las personas mayores que se resisten al cambio de los nuevos tiempos», explica este hombre de 62 años de edad al tiempo que enseña la amplia gama de productos de las abigarradas vitrinas y del añejo escaparate en color verde. «Lo que más se vende ahora es el papel de cocina, las servilletas y el papel higiénico, y la pintura», agrega.

En el techo permanecen expuestos una amplia variedad de cubos, de todos los tamaños y colores, que Agustín baja ayudándose de un palo. «Éste es el único establecimiento de Cádiz que tiene los cubos en el techo, es la única manera de ganar espacio y de que el cliente pueda ver todo el género al mismo tiempo», dice con orgullo.

El droguero también recuerda que cuando abrió el negocio los productos eran servidos en «cartuchos de papel porque no existían las bolsas de plástico y todo se vendía a granel».

Se perdió la alegría

Agustín confiesa como el paso del tiempo ha mermado el negocio. «Antes me tenía que llevar el trabajo a la casa, las facturas y demás, había mucha alegría en el negocio. Pero ahora me sobra tiempo. Las horas se hacen eternas porque apenas entran clientes, tanto que me he aficionado a la lectura. Me estoy leyendo todos los libros que tengo en casa», dice mientras enseña el clásico del escritor colombiano Gabriel García Márquez, Cien años de Soledad.

Sin embargo, a pesar de que corren malos tiempos, Agustín no piensa cerrar el negocio hasta que alcance la edad de la jubilación. «Aún me quedan 3 años para alcanzar los 65. La verdad es que ya tengo ganas, esta es una vida muy sacrificada. A mis hijos cuando eran pequeños les gustaba venir a la tienda. Pero ahora ni se pasan. Me alegro que hayan decidido estudiar», concluye.

jmvillasante@lavozdigital.es