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Kosovo y la estabilidad

La OTAN y la Unión Europea fueron creadas después de la Segunda Guerra Mundial para evitar un tercer enfrentamiento que podría ser el último por la destrucción total del planeta si se utilizaran las armas nucleares. Los intereses económicos, comerciales, financieros, sociales, deportivos, etc entretejidos entre franceses, ingleses, alemanes e italianos, actores principales de las dos contiendas mundiales, han evitado a lo largo de estos años una nueva tragedia.

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El momento más crítico de enfrentamiento y división entre los europeos se produjo en los años noventa por las guerras en los Balcanes. Colisionaron ambiciones múltiples y heridas sin cicatrizar provocadas por las atrocidades del pasado. La caída del muro de Berlín en 1989 impulsó las ansias independentistas de los países que formaban la antigüa Yugoslavia frente a la negativa del poder central ejercido con mano de hierro por Slobodan Milosevic. Ese año suspendió la autonomía de Kosovo e intensificó la represión con la justificación de que allí reside la cuna de la cultura y la religión ortodoxa de los serbios, aunque sólo representaban un 10% de la población. En Croacia, Bosnia y Kosovo miles de personas murieron o fueron asesinadas por sus antigüos vecinos, envenenados por la demagogia nacionalista y el refresco de la venganza pendiente. Mujeres degolladas y violadas, familias quemadas vivas en sus casas, niños reventados, ojos recolectados en cestos, es profundamente doloroso y espeluznante recordar lo que vivimos esos años de trabajo periodístico en el corazón de la Europa desarrollada y del bienestar donde seres humanos se despedazaron con una saña increíble. Han pasado más de diez años y los Balcanes son un avispero; y Kosovo sirve de escenario para las tensiones de las potencias. No seamos ingenuos, hay enormes intereses estratégicos de grandes potencias en esa zona, clave para el control del Mediterráneo y Oriente Próximo; y la necesidad europea de estar alerta, como en Bosnia, para evitar que los islamistas puedan extender y fortalecer sus posiciones. Europa tendrá que invertir todo lo prometido y lo necesario para disuadir tentaciones violentas que amenacen su estabilidad.