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LUCES Y SOMBRAS

La fiesta de la democracia

No hace muchos años, la iniciación de cualquier proceso electoral, sobre todo los relacionados con la celebración de las elecciones generales, revestía un cierto carácter festivo, especialmente entre los militantes de los partidos que se esforzaban por dar a conocer las bondades de sus respectivos proyectos políticos. La fiesta de la democracia la llamaban entonces y todavía algunos siguen empleando la misma expresión pero sin el entusiasmo de otros tiempos

CARLOS DÍAZ MEDINA
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La primera noche de campaña los militantes, y por supuesto todos los candidatos, se concentraban en determinados puntos de la ciudad pertrechados de cubos, escaleras de mano, paquetes de cola, etc. para iniciar la pegada de carteles en los lugares autorizados. Enardecidos por sus convicciones ideológicas desarrollaban su tarea con alegre talante hasta bien entrada la madrugada. Así durante toda la campaña. Hoy las cosas han cambiado. La frescura y la espontaneidad de aquellos animosos voluntarios han sido sustituidas por el pragmatismo y eficacia de las agencias publicitarias. Las operaciones de puro marketing irrumpen con fuerza en la contienda electoral. Tendremos la oportunidad de comprobarlo el próximo día 22, fecha de iniciación oficial de las campañas electorales a las Cortes y al Parlamento de Andalucía. Campañas y propagandas electorales que vienen difundiéndose desde la promulgación del Decreto de convocatoria de elecciones fuera del periodo legalmente establecido. Pues bien, ese día los candidatos y candidatas posarán ante los fotógrafos de prensa y cámaras de televisión y harán el paripé de colocar los carteles publicitarios. Cuando cámaras y fotógrafos terminen su tarea se acabará de momento la pegada de carteles. El trabajo queda reservado para los empleados de las empresas publicitarias.

Con los mítines pasa algo parecido. Sólo asisten los fieles convencidos, los que van a votar al partido que los organiza .Lo que interesa es su repercusión en prensa, radio y televisión. Eso es así y hay que aceptarlo, no en vano estamos inmersos en la sociedad del conocimiento y la información. El romanticismo, que es cosa del siglo XIX, está reñido con la política.

Para captar el voto de los ciudadanos, en particular el de aquellos que todavía no lo tienen decidido, se aplican sutiles técnicas publicitarias, pero en general se puede decir, sin temor a equivocarse, que son tres los factores que inciden con más peso a la hora de depositar el voto en las urnas: la ideología, el carisma de los candidatos y los programas. Por desgracia los programas apenas se leen. Sin embargo, me parece advertir durante estos días de precampaña un mayor interés por el contenido de esos programas. Tal vez sólo sea una tendencia pero es un dato alentador. Lo que se debe evitar es el mercadeo de ofertas meramente populistas.

Los debates televisados entre los candidatos más destacados de los partidos pueden ser decisivos a la hora de inclinar la balanza electoral hacia la derrota o la victoria, en especial en situación de empate técnico entre las fuerzas contendientes más importantes.