Un vecino de Swat camina por una calle plagada de carteles electorales de los diferentes candidatos. / EFE
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El partido de Bhutto apela al 'efecto Benazir' para avanzar en las urnas

El PPP confía en que el retraso de las comicios no le impida alcanzar mañana su techo electoral del 40% de los votos

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El atentado del 27 de diciembre acabó con el sueño de Benazir Bhutto de ser elegida primera ministra de Pakistán por tercera vez. Ante la oleada de incidentes que siguieron a su muerte, el Gobierno decidió retrasar las elecciones del 8 de enero hasta el 18 de febrero alegando «falta de seguridad». Los dirigentes populares criticaron esta medida, pero tras guardar el luto de rigor por su líder, acuden mañana a las urnas con el deseo de obtener unos resultados históricos gracias a lo que llaman 'el efecto Benazir'.

El asesinato de la ex jefa de Gobierno y todas las dudas que generó su autoría, parecen haber provocado un voto solidario y de simpatía hacia el Partido del Pueblo de Pakistán (PPP) que puede resultar decisivo. Este sentimiento habría sido «aplastante», según los analistas, si los comicios se hubieran celebrado en la fecha prevista en principio. Pero con el paso de las semanas se ha rebajado hasta «posiblemente decisivo», ya que se ha ido diluyendo en la cruda realidad de un país azotado por el terrorismo y asolado por las crisis del trigo (el pan casi ha duplicado su precio), los cortes permanentes de electricidad y la escasez del gas natural comprimido que usan la mayor parte de vehículos.

«El Pakistán de diciembre era como la España de las horas posteriores al atentado del 11-M. Si las elecciones se hubieran celebrado, con la muerte de Benazir aún fresca en la mente de todos, el PPP hubiera arrasado», opina un diplomático americano destinado en Islamabad, que un mes después del trágico ataque contra la líder popular ve el mapa político «prácticamente como antes del incidente, pero con un peligroso clima contrario al presidente que la oposición va a aprovechar en caso de no obtener los resultados deseados».

El PPP alcanzó su techo electoral en 1988. Desde entonces nunca ha superado el 40% de los votos. En las dos últimas citas con las urnas su porcentaje de apoyo descendió hasta niveles de entre el 20% y el 26%, aunque en 2002, pese a la manipulación de los comicios, fue la fuerza más votada.

Superar los 63 escaños

Los dirigentes del partido esperaban que la presencia física de Benazir en la campaña les ayudara a recuperar su máximo techo. Tras su muerte, el pensamiento generalizado apuntaba incluso más alto, pero con el paso de los días este furor inicial se ha sofocado y «el panorama realista vuelve a ser el de superar los 63 escaños del Parlamento logrados en 2002, muy lejos de los 92 obtenidos en 1988», apunta la analista del diario 'Dawn', Ciryl Almeida. Esta visión contrasta con la de los líderes del PPP que hablan de superar «sin problemas» la barrera de los cien diputados si las elecciones son limpias.

El partido de Benazir, ahora dirigido por su viudo, Ali Zardari, tiene el apoyo mayoritario asegurado en las zonas rurales de Sindh, de donde es originaria la familia Bhutto, pero en el resto del país la batalla está muy reñida y resulta complicado que esa primera oleada de simpatía levantada tras el asesinato vaya a garantizar votos en lugares como Baluchistán o la Nwfp (provincia del noroeste fronterizo), feudo de formaciones nacionalistas y religiosas, o el Punjab, territorio de las dos ligas musulmanas, PML-N y PML-Q.

Pakistán está fuertemente dividido y no parece que surja una formación con capacidad de reunir en solitario los dos tercios necesarios para plantear una moción de censura contra el presidente Musharraf. Tan sólo la unión de última hora anunciada por PPP y PML-N puede hacer soñar con esta posibilidad, pero nadie se fía de un pacto que depende exclusivamente de los resultados que estos dos partidos alcancen en las urnas.

Desde mañana esperan «unos meses de pactos y negociaciones por el poder que no serán nada fáciles», augura Asim Raza, presentador de televisión, que hasta ayer temía que la inestabilidad empujara al presidente a otro retraso electoral «que hubiera significado alargar la agonía en la que vivimos desde la muerte de Bhutto».