CELEBRACIÓN. Dos kosovares festejan la llegada de la independencia ondeando banderas de Albania y Estados Unidos. / AFP
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Fiesta en Kosovo 20 años después

Pristina anuncia hoy su independencia de Serbia y sella el fin de Yugoslavia, un calvario abierto en 1989 La multitud comenzó ayer a echarse a las calles para celebrarlo, tras la primera confirmación oficial

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Los mirlos de Kosovo, enormes bandadas oscuras que son su rasgo más tenebroso y quizá el único verdaderamente reconocible, volaban ayer como locos, asustados por el júbilo popular. No están acostumbrados. Estos malditos pajarracos han visto batallas medievales de las que aún se habla y guerras muy recientes. Ayer fueron testigos de la mayor explosión de alegría vista nunca en este triste rincón de los Balcanes, que hoy seguirá con el anuncio oficial de la independencia de Kosovo. El primer ministro, Hashim Thaci, confirmó ayer lo que ya sabía todo el mundo. El día será hoy, nueve años después del fin de la guerra.

Apenas cayó la noche comenzó la fiesta, con cohetes y bocinas, en las calles de Pristina. Durante el día, tiendas, coches, cientos de casas a medio hacer esparcidas por los campos ya estaban llenas de banderas albanesas. Muchas de Estados Unidos, el salvador de la patria por imponer los bombardeos de la OTAN en 1999. Por algo hay una avenida Clinton en el centro de la ciudad. También banderas de la UE, que lleva una década invirtiendo dinero, el lugar donde más ha gastado en su historia, y ahora se hará cargo con policías y jueces de este nuevo país que nace hoy, el más joven del mundo.

El alumbramiento de Kosovo es el epílogo de la descomposición de un pesado cadáver, la vieja Yugoslavia. Donde había un país ahora hay ocho, con cuatro guerras de por medio. Todo empezó donde hoy acaba, hace unos 20 años, cerca de Pristina, en el campo de Kosovo Polje. Ahora el círculo se cierra, o quizá no, y es el principio desconocido de nuevas pesadillas.

El mitin de Milosevic

El 28 de junio de 1989, el líder de los comunistas yugoslavos, Slobodan Milosevic, arengó a la multitud con su famosa frase en la que prometía a los serbios que nadie volvería a humillarles. Fue el renacer del nacionalismo serbio y no por casualidad. Se cumplían en ese lugar los 600 años de la batalla de Kosovo, donde los serbios fueron derrotados por los turcos y les cayeron encima cinco siglos de imperio otomano. Es como si en España la política actual girara sobre el sentido profundo de la batalla de Calatañazor contra los moros, pero así son los Balcanes. Igual que la eterna discusión sobre quién llegó antes a Kosovo, si los serbios o los albaneses. El caso es que en el último siglo han sido más los albaneses. Ahora, el 90%.

En realidad Kosovo nunca ha existido. Era una región que durante la historia ha caído en un imperio u otro. Tomó forma en 1945, en esa nueva Yugoslavia nacida de la II Guerra Mundial que ahora se remata. Con Tito el problema se congeló, como los del resto del país. La Constitución de 1974 dio a la provincia una gran autonomía y hasta la muerte del mariscal en 1980 la vida de las comunidades fue relativamente pacífica. Las tensiones aumentaron, mientras crecía la población albanesa y se iban cada vez más serbios. Las fricciones llevaron a la suspensión de la autonomía de la provincia en marzo de 1989. Tres meses después apareció por allí Milosevic a hacer su discurso.

Mientras Yugoslavia saltaba en pedazos, Kosovo permanecía a la espera, aunque los analistas pronosticaban allí la próxima guerra, pues tenía todos los ingredientes. Milosevic impuso un régimen de 'apartheid' que hizo nacer una resistencia civil a partir de 1991, liderada por el que ahora se recordará como padre de la patria kosovar, Ibrahim Rugova. Defensor de la no violencia, apodado el 'Gandhi de los Balcanes', este intelectual fue capaz de poner en pie una sociedad paralela que boicoteaba a Belgrado. Llamó la atención del mundo sobre lo que ocurría en Kosovo, pero junto a la vía pacífica y ante la dureza del régimen de Milosevic surgió en 1996 el UCK, siglas del Ejercito de Liberación Albanés.

En un principio EE UU los consideró terroristas, pues mataban incluso a seguidores de Rugova y quien colaborara con los serbios. Sin embargo la brutalidad de la Policía, con las primeras masacres, creó el suficiente nivel de alarma mundial, con la memoria de Bosnia aún fresca. Ante el éxodo masivo de civiles en 1999, nunca visto en Europa desde la II Guerra Mundial, la OTAN decidió intervenir. Ese drama y esa guerra es la real legitimación del nuevo Kosovo. Pero fue algo raro y por eso hoy lo sigue siendo: la OTAN actuó sin permiso de la ONU y la paz dio lugar a un extraño protectorado. Lo gestiona Naciones Unidas, de forma provisional desde hace nueve años, y la OTAN ahora defiende a la minoría serbia. Ambas partes han sido incapaces de llegar a un acuerdo.

La UE y EE UU creen que la independencia es la única vía, aunque seguramente hoy nace una especie de Taiwán europeo, una anomalía de consecuencias imprevisibles. Es también el tablero de un pulso entre Rusia y Occidente. Quizá una nueva caja de Pandora.