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a gran guerra de precios está servida, y, contra lo que hubiera podido pensarse, no la han provocado ni las operadoras entrantes ni las virtuales. A estos últimos les cuesta lo suyo arañar cuota de mercado. Así ha ocurrido que Yoigo se ha visto obligado a dar marcha atrás en su oferta de comunicaciones gratuitas entre clientes de la propia operadora porque el 1% -unos 3.000 de ellos- hacían un uso abusivo. Hubo usuarios enganchados al teléfono hasta 15 horas diarias. La flaqueza de otro competidor agresivo, el operador virtual Simyo, del grupo holandés KPN, reside no tanto en eventuales fallos -utiliza la red de Orange- como en el choque con los hábitos de los españoles. Acostumbrados a que la operadora nos financie el teléfono, encontramos menos atractiva la oferta de comunicaciones más barata del mercado.