Sabotaje general
La jornada que bajo el eufemismo de huelga general convocó ayer la izquierda abertzale en el País Vasco y Navarra se convirtió, como era previsible, en un intento de boicot y sabotaje al normal desenvolvimiento de la vida cotidiana de los ciudadanos. La izquierda abertzale sabía de antemano que el paro, tal y como se entiende en cualquier país democrático, estaba condenado al más absoluto fracaso ante la imposibilidad de poder recabar la solidaridad de una sociedad hastiada ante su persistente complicidad con el terrorismo de ETA. De ahí que la proyección del llamamiento a la huelga no fuera, en ningún caso, el raquítico apoyo recibido, sino los incidentes y las coacciones con que los promotores de la misma trataron de asegurárselo.
Actualizado:Con ello, la izquierda radical volvió a confirmar que las razones que han conducido a la proscripción de sus organizaciones más representativas están plenamente fundadas, porque tanto en la actividad estrictamente política como en la social echa siempre mano de aquello que a cualquier organización democrática le está vedado, que no es otra cosa que el recurso a la violencia. Resulta por ello especialmente censurable la tibieza mostrada por el Gobierno vasco ante una iniciativa que en ningún caso cumplía los requisitos exigibles no sólo para ser legal, sino tan siquiera para reconocerle la más mínima legitimidad. Fue la ciudadanía vasca la que, al acudir masivamente a sus puestos de trabajo, desenmascaró las verdaderas intenciones de los convocantes. Con su empeño por cuestionar los procesos de ilegalización y defender los intereses electorales de sus integrantes, el Ejecutivo de Ibarretxe se arriesga a distanciarse del sentir mayoritario de su ciudadanía olvidando las responsabilidades que la ley le impone como primer obligado a cumplirla.