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NOMINADO. Daniel Day-Lewis opta al Oscar a Mejor actor por su interpretación en esta cinta. / L. V.
Cultura

Delirios de grandeza

Paul Thomas Anderson y Daniel Day-Lewis se alían para levantar una saga sobre las grandes fortunas petroleras

B. C.
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Se ha hecho de rogar Paul Thomas Anderson con su última película, desde que firmase la incomprendida Embriagado de amor, una recomendable rareza protagonizada por Adam Sandler. El director de Magnolia vuelve a demostrar su capacidad como creador visual con una historia épica, Pozos de ambición, basada en la novela Oil!, de Upton Sinclair. La película ha cosechado excelentes críticas en Estados Unidos, pero veremos si una propuesta que critica abiertamente, sin cortapisas, el negocio del petróleo, es capaz de triunfar en los Oscar. Opta a la Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guión Adaptado, además de volver a encumbrar al magistral Daniel Day-Lewis, un hombre que no se prodiga demasiado, pero que cuando lo hace deja una gran huella en la gran pantalla.

Day-Lewis encarna a Daniel Plainview, un padre de familia sin escrúpulos, capaz de vender a su madre para ganar más dividendos. Los barriles de oro negro son su fortuna. Pozos de ambición transcurre en la frontera de California a finales del siglo XIX. Como crónica de la época, trata del poder y los delirios de grandeza de un minero del montón que se convierte en un ambicioso magnate a base de pisar cabezas. Un día le hablan de una ciudad al oeste, donde existe un mar de petróleo por explotar. Allí se dirige con su único hijo, a quien pone rostro el debutante Dillon Freasier, para probar suerte en la polvorienta Little Boston, un lugar perdido donde la única manera de pasar el tiempo es acudir a la Iglesia, un lugar regido por el predicador Eli Sunday, interpretado con carisma por Paul Dano (Pequeña Miss Sunshine).

Cuando la vida les sonríe a los Plainview, nada volverá a ser igual. Surgen los problemas: el amor, la esperanza y la fe, incluso los lazos afectivos entre padre e hijo, son expuestos a la corrupción por culpa del dinero y el egoísmo. Lo peor de cada cual sale a relucir, el lado oscuro del vil metal. Pozos de ambición comienza con 20 minutos sin apenas diálogos y la cinta dura más de dos horas y media.

Paul Thomas Anderson es un hombre de retos. Desde Boogie nights no ha dejado de sorprender al espectador abierto de miras planteando un cine que, aparentemente, aprovecha las armas del lado más comercial de Hollywood. Su nuevo trabajo, rodado en una mina de plata abandonada cerca de la frontera mexicana, se filmó prácticamente en orden cronológico.

La entrega de Day-Lewis ha sido esencial en el soberbio resultado final.