El día de los (otros) enamorados
Cómo será la fuerza de las canciones, que dices que «hoy es el día de los enamorados» y te suena con música de Augusto Algueró. Música mala, de cuando el cine español se quería meter a Hollywood. Pero te suena. Música de película peor, de los bodrios que hacía Concha Velasco, que ahora va de intelectual y progre por la vida de la subvención, poniendo la ceja y la cejilla en el traste que mande el poder para hacer el egipcio, vamos, la marcha triunfal de Aida, con el canon digital.
Actualizado: GuardarY si no te suena a españolada de los cincuenta con la progresista ya mencionada, más Tony Leblanc, Antonio Casal y Katia Loritz (uf, qué colección de antiguallas acabo de mentar, qué peste a naftalina), lo de «hoy es el día de los enamorados» te recuerda algo más antiguo todavía: a Galerías Preciados. No, no fue el Cortinglés el que inventó el día de los enamorados, fue la competencia, Galerías Preciados, que en aquellos entonces era el grande de los grandes almacenes, con el ingenio del asturiano Pepín Fernández a la cabeza, mientras que el negocio de su cubanote primo y paisano Ramón Areces era segundón. El primer gran almacén que llegó a Andalucía la Baja, a Sevilla y a Cádiz, no fue el Cortinglés. Fue Galerías Preciados. En La Magdalena de Sevilla y en la calle Ancha de Cádiz, Galerías nos enseñó a comprar en las ventas postbalance. Y para que siguiéramos comprando cuando se habían acabado las rebajas, se inventó Pepín Fernández la americanada del día de los enamorados, presentándonos a San Valentín, a quien nadie tenía el gusto de conocer.
Somos muchos los que, por estas comerciales razones, le tenemos manía a San Valentín, que es tan americano como Obama, pero con una caja colorada de bombones en forma de corazón, qué horterada. Como aquí somos tan antinorteamericanos (¿por aquí¿) estamos llegando ya a las mismas cursiladas y horteradas que los americanos en el Valentin Day. (Menos mal que este año la crisis las ha amortiguado un poquito, la verdad.)
El de hoy es un día cursi como un bolero malo, malo, malo, que los enamorados de verdad, además, no celebran. Lo celebran los que están enamorados de su novia, de su mujer, del marido. Pero eso no tiene importancia en el mundo en que vivimos. Si hoy, como dice la canción de Algueró, es el día de los enamorados, quienes de verdad lo tenían que celebrar eran los otros enamorados. Que los hay a manojitos, más que los del regalito de las flores o del frasco de colonia, mi amor.
Si hoy es el día de los enamorados, deben celebrar su fiesta los enamorados del poder, que no lo sueltan ni a la de tres, que mienten más que parpadean con tal de seguir aferrados a la poltrona, y que verdaderamente aman al sillón o al bastón de mando, más que a ese pueblo que dicen defender, tararí que te vi, mira cómo se me queda el dedo.
Si hoy es el día de los enamorados, deben celebrar su fiesta los que aman el dinero por encima de todas las cosas y al euro más que a ellos mismos; los que por dinero son capaces de matar a su padre en sentido figurado y en sentido estricto; los que por dinero se pelearon a muerte con sus hermanos a la hora del reparto de la herencia familiar; los que por amor al dinero traicionan a los amigos y encuentran siempre aparcamiento para dejar a un lado sus principios, si es que alguna vez los tuvieron.
Si hoy es el día de los enamorados, deben celebrar su fiesta los que tienen el atávico amor andaluz a no doblarla: los virtuosos de la baja; los especialistas en los resquicios del convenio para coger el día de asuntos propios; los que se cogen el día libre, y con papeles, si han operado de amígdalas a la sobrina del primo de un cuñado, porque así lo establece la reglamentación laboral; los amantes del almanaque como ingenieros del escaqueo en el trabajo, que con un puente, un fin de semana, dos días de asuntos propios y otros tres que les debe la casa, se montan unas vacaciones de quince días y se van además los tíos con los niños al Disneylandia de París.
Si hoy es el día de los enamorados es el día de los enamorados de la adulación, de la falsedad, de la hipocresía, de la vanidad y de la farfolla como escaleras para alcanzar lo inconfensable, con el mínimo esfuerzo y la máxima ganancia, jazmines para cenar que ahora se estilan.
Claro que también es el día de los enamorados de su ciudad, de nuestras cosas de Andalucía, del bien, de la verdad, de la belleza. Pero, claro, como de ésos van quedando tan poquitos, ¿quién te mandaba flores, díme quién era?