Lecciones de potomac
Barack Obama de modo abrumador y John McCain con menos rotundidad ganaron las primarias en Virginia, Maryland y Washington D.C., pero sus triunfos son muy diferentes y, en un contexto muy positivo, presentan para ambos algunos inconvenientes.
Actualizado:Obama es el amo allí donde hay pocos hispanos, gente cultivada y muchos jóvenes y en la capital federal arrasó pero ganó también, aunque por poco, entre las mujeres y eso ha hecho sonara todas las alarmas en el campo de Hillary Clinton.
McCain venció con mucha holgura en Washington y en Maryland, pero por poco en Virgina, donde la base conservadora republicana dio un 40% a Huckabee, otra prueba de que la base religiosa del conservadurismo político americano, evangélicos tradicionales y cristianos renacidos, le es hostil.
La posibilidad de que el senador por Arizona ofrezca la vicepresidencia a Huckabee, que parece una solución fácil, no lo es: sería mal percibida por la derecha no religiosa, mayoritaria entre los republicanos clásicos y, sobre todo, entre los independientes y algunos ex votantes demócratas que, según sondeos, podrían darle su voto. McCain, con todas las posibilidades de ganar el mayor número de delegados cara a la Convención republicana de Minnesota debe evitar lo que se perfila como un peligro letal: que se abstenga el voto confesional porque no se siente representado.
En el campo demócrata Obama tiene el viento en popa y su progreso extraordinario, que le ha puesto por delante de Clinton en número de delegados le permite esperar con relativa confianza el 4 de marzo donde una victoria de Clinton es probable, aunque por poco margen y sin alterar decisivamente la balanza. Pero hay también problemas.
Uno de ellos será, verosímilmente, la conducta que observen en la convención de Denver los superdelegados (un veinte por ciento de personas no elegidas) en medio de una controversia legal sobre si se han de contar como tales los designados en los Estados como Florida, donde no hubo primarias oficiales, tal y como exige Hillary.
Hay que resolver también la cuestión de qué hacer con el depósito de votos fiel a la persona y el programa de John Edwards, quien se retiró en el momento oportuno sabedor de que Obama y Clinton llamarían en seguida a su puerta. Y ya lo han hecho.