Supervivientes de la quiebra
Los comercios de Puerto Sherry esperan mejorar las ventas con la reactivación de la zona
Actualizado: GuardarEl levantamiento de la quiebra de Puerto Sherry fue el tema principal sobre el que se debatió ayer en cada esquina del pueblo marinero. Los comerciantes, los trabajadores de las inmobiliarias, los camareros, los residentes y las personas que normalmente acuden a ese rincón de El Puerto a pasear repetían el mismo comentario: «Por fin».
«El pueblo marinero y todo su entorno se convertirá en una maravilla». Éstas son las palabras de Diego Valenzuela, propietario de la inmobiliaria Puerto de la Luz ubicada en Puerto Sherry. Desde 2002 este empresario está al frente de este negocio con la esperanza de que el proyecto saliera adelante.
Los propietarios de los bares y restaurantes también celebraron la noticia ya que supondrá «la reactivación de la zona», según explica Carlos Galliani, encargado del restaurante La Blanca Paloma.
La junta de personal del hotel, por su parte, se alegró con cierto recelo del levantamiento de la crisis ya que temen volver a manos de Marina del Puerto después de todo lo ocurrido.
Pero, a pesar de que las obras del complejo marinero se quedaron prácticamente a medias, la vida comercial no se ha visto gravemente afectada. Y es que según Rubén Rojo, del restaurante La Crefoundie, «los diez bares que están abiertos cuentan con una buena clientela» que esperan mejorar con la finalización del proyecto urbanístico.
Pero aunque durante los fines de semana y los meses de verano Puerto Sherry cuenta con una gran actividad que permite a los comercios subsistir, el resto de los días la estampa que presenta es desoladora. Tan sólo quince familias viven durante todo el año en el pueblo marinero, por lo que la urbanización está prácticamente desierta durante el invierno. Las viviendas terminadas se mezclan con los terrenos baldíos y las casas que se quedaron a medio construir. Además, muchas de los inmuebles deshabitados presentan un estado total de deterioro.
Más de 50 bloques quedan pendientes en todo el complejo y se prevé que los precios, ya desorbitados, sufran un incremento considerable. En 1995 los apartamentos se vendieron por unos 8 millones de las antiguas pesetas. Hoy, los de dos dormitorios pueden superar los 400.000 euros y los alquileres ascienden a los 1.200 euros por semana durante los meses de julio y agosto. Un lujo, a pie de playa, sólo al alcance de unos pocos.