COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

Muévete

Mi padre era camarero de los que le gustan a Arias Cañete: servicial, atento y profesional donde los hubiera, un camarero de los de antes. Lo que ya no tengo tan claro es si a mi padre le gustara ser camarero, aunque a los niños de pueblo de la posguerra no les quedaban otras alternativas. O la hostelería o la emigración, agachando la cabeza y aguantando lo que le echaran. Lo que fuera con tal de procurar un futuro menos esclavo para sus hijos. Lo que fuera para que sus hijos no le tuvieran que llevar el café a ningún Arias Cañete. De salarios miserables, de pocas propinas y muchas horas detrás de la barra de un bar han salido adelante familias enteras.

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No me puedo sentir representada por quien menosprecia al inmigrante olvidando que quien más y quien menos tiene en el armario de su memoria histórica a quien cruzó las puertas de su casa para hacer los trabajos que los demás no querían. Olvidando que los que llegan vienen para cuidar a nuestros mayores o para limpiarnos los baños. Pero tampoco me siento representada por los que se empeñan en demostrar que vivimos en el país de los teletubbies, por los platónicos que hablan de la alegría de haberse conocido con la 'c' encima del ojo. Porque en el fondo todos quieren lo mismo, que alguien les sirva el café calentito.

No quiero que me vendan mantas como hacía Ramonet. No quiero que me rebajen los impuestos, si luego no tengo derecho a exigir buenos servicios. No quiero que me den dinero por tener hijos, si luego no tengo plaza de guarderías para ellos. No quiero plantar árboles -y menos a ese estresante ritmo-. No quiero que me den dinero para un alquiler, si nunca podré comprar una casa. No quiero que mi abuelo tenga internet si no puede hablar con nadie. Lo único que quiero es que quien nos gobierne, nos respete como ciudadanos. Que algo se mueva. Que alguien se mueva. Una ingenuidad, porque, ya lo saben, el que se mueve, no sale en la foto.