¿Demasiada presión sobre los radicales vascos?
Mediante una gran operación policial, el juez Garzón acaba de abortar el último intento efectuado por Batasuna para renovar su cúpula -la Mesa Nacional, cuyos miembros genuinos están en prisión-, tras las detenciones practicadas el 4 de octubre de 2007 en Segura (Guipúzcoa), que sirvieron para impedir un primer relevo. Entre los detenidos hay miembros de la anterior Mesa Nacional que aún estaban en libertad y otros que habrían accedido en las últimas semanas a la dirección del partido ilegalizado. Los miembros ahora encarcelados tienen en su mayoría menos de 40 años, un perfil político bajo, eran desconocidos mediáticamente y proceden, en su mayoría, de Guipúzcoa. Esta operación policial se producía horas después de un domingo de violencia en Bilbao, suscitada por la negativa de ANV a desconvocar una manifestación prohibida que fue organizada en protesta por las actuaciones judiciales contra la propia ANV y el PCTV. Las últimas medidas de Garzón constituyen, en fin, la culminación de unas actuaciones judiciales complejas encaminadas a perseguir y a desactivar todo el magma político que rodea a ETA después de que los jueces llegaran formalmente a la conclusión de que dicho entramado no es externo a la organización terrorista sino parte de ella misma. Aunque la lucha contra ETA se ha desfigurado relativamente por causa de la gran polémica estatal entre los dos grandes partidos, parece evidente que la ruptura del proceso de paz ha sido una prueba fehaciente de que ETA -incluidas las organizaciones políticas de su ámbito-, mantiene el criterio de que sus objetivos pueden y deben ser alcanzados mediante la violencia física, la extorsión y el asesinato. En consecuencia, con este testimonio en la mano, los juzgadores obtienen más fácilmente las certezas sobre las que se basan sus últimas decisiones judiciales en pro de la suspensión de dichas organizaciones en vía penal y su ilegalización y disolución en vía administrativa. Tales medidas tienen el pleno apoyo de los principales partidos, con la excepción de algunos nacionalistas, que utilizan por cierto argumentos inadmisibles.
Actualizado:En efecto, tanto los partidos que forman el tripartito vasco como las dos grandes formaciones nacionalistas catalanas, ERC y CiU, han protestado contra la presión judicial sobre el entorno etarra. Insólitamente, el líder convergente Artur Mas ha reiterado la conocida tesis de que si se cierra al mundo abertzale todas las puertas, la presión consiguiente terminará generando violencia... No sorprende que el PNV y EA, tan acomodaticios, digan estas cosas, pero sí es chocante que lo haga el líder de la formación catalanista que mejor ha compendiado en las últimas décadas el célebre seny -juicio- catalán (obviamente, Duran i Lleida se ha desmarcado inmediatamente de la postura de su compañero de formación). ETA está, además de acorralada y en precario, tan desacreditada que podría decirse con fundamento que se halla en fase terminal, lo que no impide que siga amenazando durante un tiempo ilimitado. Y el Gobierno de esta legislatura que concluye le brindó la posibilidad de optar por un final, si no honroso porque no cabe el adjetivo en las cercanías de una organización criminal, sí al menos discreto, en el que hubiera sido posible negociar el futuro de los presos con delitos menos graves. Con una arrogancia y una malignidad inefables, ETA respondió al ofrecimiento con los asesinatos y los estragos, con el lenguaje que mejor domina.
En estas circunstancias, y tras la negativa etarra a estrechar la mano tendida de la magnanimidad, no es razonable ni admisible sugerir siquiera que pudiese ahora flexibilizarse la legislación vigente para ofrecer a la izquierda radical un aliviadero. Los ciudadanos, incluso los que hemos visto con comprensión el esfuerzo legítimo realizado por el Gobierno en pro de la paz, no entenderíamos muestra alguna de lenidad gubernamental o judicial después del encastillamiento de los criminales, que no matan a mansalva porque no pueden, en su obstinada opción actual del terror y la muerte.