Microcosmos electoral
Zapatero nos pidió a los periódicos «comprensión, generosidad y talante», entre risas, tras su entrevista en Punto Radio, el pasado jueves, en Madrid. Al presidente, que me recordó que al día siguiente venía a Algeciras, se le veía optimista y confiado en la victoria electoral, tanto durante su diálogo con Luis del Olmo como después, en un breve saludo a los directores de los diarios de Vocento, reunidos aquel día en uno de nuestros encuentros mensuales. Su lenguaje corporal, esa serie de signos que dicen más que las palabras, a veces demasiado usadas para enmascarar, evidenciaba su buen ánimo. Otro tanto le sucede a su entorno que, a un mes de los comicios, se frota las manos ante los pronósticos de las encuestas y los avatares del PP, mientras hacen planes de futuro desde Moncloa. La frase del presidente era, sin duda, de circunstancias: es bien cierto que los políticos nunca estarán satisfechos con lo que les deparemos los periódicos, pero eso lo damos todos, ellos y nosotros, por aceptado. Forma parte de las reglas del juego y cuando no sea así, cuando ellos estén contentos con nosotros, será entonces cuando habrá que preocuparse.
Actualizado: GuardarEl PP rechazará o no este buen ánimo socialista, pero lo que no podrá es negar que existe. En cualquier caso, y concediendo que el optimismo es obligatorio, que los votantes no van a empatizar con alguien que les transmita tristeza o pesadumbre, lo cierto es que en el cuartel general de Ferraz se cuenta con lograr una horquilla de entre 164 y 171 diputados y se piensa en una nueva legislatura bastante más cómoda que la anterior.
El asunto es que estos cálculos no se hacen de manera intuitiva, nadie saca al aire un pulgar chupado para ver por dónde sopla el viento, sino que hay detrás un trabajo de microingeniería electoral que requiere medios y un largo entrenamiento. El aparato socialista, que ha adoptado todas sus decisiones de manera muy calculada, entre ellas la de gastar munición en Cádiz, provincia donde se juega un escaño que puede ser esencial, con la presencia del ministro Rubalcaba, mide y pesa cada palabra, cada gesto, y luego evalúa su impacto social, mediante dos encuestas semanales.
De este modo, cada medida propuesta tiene luego una cuantificación en sondeos, para ir corrigiendo el rumbo, al estilo de la Casa Blanca (ala oeste), y nada se deja al azar. Están definidos los públicos objetivos potenciales a conquistar, lo que los marketinianos llaman targets, que son sobre todo los dos millones de jóvenes que van a votar por primera vez y los siete millones de abstencionistas, y se han calculado cuántos posibles sufragios a favor pueden aún ganar entre las mujeres, donde presumen de ser mayoritarios, y hasta en la última mesa del último distrito que se pueda pensar. Me parece a mí que alguno hasta debe llegar a oir en ultrasonido el conteo de votos, como de una máquina registradora.
Todo este entramado de grandes estadísticos, estrategas y sociólogos se completa, a microescala, con el puerta a puerta, el trabajo de campo que han de realizar los militantes. Sólo en la provincia de Cádiz, y en el PSOE, según datos de sus dirigentes, se van a celebrar unos diez mil actos de pequeño formato, que reunirán a unas 150.000 personas para escuchar las propuestas de los candidatos.
Se trata, en fin, de luchar por contentar al público, de responder a todas, o al máximo de las expectativas. Por eso, aunque suene a broma, no tuvo que ser un trago menor para Zp responder a una última pregunta de Luis del Olmo: «¿Quiere usted que el Barca gane la Liga?»
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