Abstención, peligro
Enfilamos la campaña electoral con un importante margen de incertidumbre sobre el resultado de las elecciones de Marzo. Como sociólogo les diré que no se fíen de los sondeos de opinión, por la sencilla razón de que «no aciertan ni una» desde 1993. Y aunque este despiste afecta a otros muchos países, en el nuestro el fracaso, tanto de las empresas de consulting como del CIS, es manifiesto.
Actualizado: GuardarLa conducta electoral se complejiza al aumentar los factores que determinan el voto y hacerse éste más volátil y oculto. La gente no dice lo que piensa hacer en la cabina electoral y mucho menos lo que ha hecho; algunos cambian de opinión en días o semanas y, sobre todo, cada vez son más los que se niegan a responder a las encuestas, por lo que la inmensa mayoría de los sondeos parten de muestras no representativas que arrojan proyecciones equivocadas. Hasta los sondeos a pie de urna fracasan en sus predicciones.
Lo cierto es que los sondeos son un arma electoral que irrumpe en la campaña favoreciendo o perjudicando determinadas opciones. En los años noventa se llegaron a formular curiosas teorías acerca del comportamiento de los electores que se bautizaron con nombres y citas sacadas del Nuevo Testamento. Para los que se suman al carro del previsible vencedor, dándole una mayoría más holgada de la esperable, se acuñó el denominado Efecto Mateo: «Porque a quien tiene, se le dará y le sobrará y a quien no tiene, aún lo que tiene, se le quitará» (Mateo,13,12). Por el contrario, los resultados desfavorables pueden crear una corriente de simpatía hacia el perdedor que puede acabar cambiando el pronóstico. Es el Efecto Lucas: «Hay últimos que serán los primeros y primeros que serán últimos» (Lucas, 13, 30)
El que ganara la izquierda o la derecha se ha explicado siempre en función de la conducta de los votantes de centro, cuyo voto, no fidelizado a ningún partido, otorgaría la mayoría suficiente para gobernar a una de las dos grandes formaciones. Un voto que por su indefinición ideológica es mucho más influenciable o manipulable en términos de simpatía, liderazgo, prejuicios o interés. Suelen votar mayoritariamente izquierda en situaciones de movilización y abstenerse o votar a la derecha si se sienten confusos o no motivados.
Sin embargo, por encima de los indecisos del centro (entre medio y un millón de votantes), es el nivel de participación la variable más determinante de los resultados. Aunque los votantes de izquierda en España han sido siempre mayoría (dos millones más), necesitan una participación mínima (masa crítica) para no perder las elecciones frente al voto más participativo y fiel de una derecha que se presenta unida y muy movilizada ideológicamente por un discurso catastrofista, integrista, xenófobo y antinacionalista.
Los jóvenes y los nuevos votantes, los profesionales urbanos, funcionarios, artistas, docentes o intelectuales conforman lo que suele denominarse la izquierda volátil. Son mucho más críticos y están bien informados. Su voto oscila ente el PSOE, IU y la abstención. Una abstención que se alimenta de los inevitables errores o decepciones del gobierno de izquierda, pero, sobre todo, del olvido de lo que significa la derecha en términos de retroceso en libertades, igualdad o solidaridad. Es de su memoria de quien depende lo que traigan los Idus de Marzo, porque en este carnaval electoral, Brutus viene disfrazado de la melindrosa Doña Abstención.