MANUEL DE PANDO VILCHES PRESIDENTE DE LOS CABALLEROS HOSPITALARIOS

Un ciudadano en permanente actitud de servicio

Creo que, en estos momentos de dolor, más que narrar los logros militares de un ejemplar marino de guerra, entregado a las exigencias de la defensa de su pueblo, es más razonable aprovechar estas breves líneas para subrayar la calidad humana de un hombre que, en todas sus actividades familiares, profesionales y sociales, nos ha demostrado su permanente actitud de servicio.

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Su trayectoria ciudadana, impulsada por sus convicciones religiosas y orientada por su lúcida inteligencia, por su fina sensibilidad y por su entrañable cordialidad, le han servido guías para trazar con su vida los rasgos que adornan a esos hombres cabales que, además de ciudadanos comprometidos, son seres humanos, humanistas y humanitarios.

Manuel concibió y practicó todas sus tareas como una «beneficencia» en el sentido etimológico de esta palabra: se dedicó a hacer el bien proporcionando bienestar físico y tranquilidad espiritual a todos los que le rodeaban. Estaba convencido de que su vida como creyente debía desarrollarla a través de sus actividades sociales y de los ejercicios de intercomunicación personal.

Dotado de singulares cualidades y de inmejorables condiciones para interpretar el sentido del dolor y del sufrimiento, del goce y del bienestar, del progreso y de la tradición, del cuerpo y el espíritu, de la ciencia y del arte, del lenguaje y del pensamiento, del amor y el desamor, de los temores y de las esperanzas, de la vida y de la muerte, nos ha enseñado que las virtudes humanas constituyen la base fundamental sobre la que hemos de asentar las demás destrezas profesionales. Los gestos respetuosos y los silencios elocuentes de este hombre sobrio, conciliador, digno, dialogante y trabajador, que, despojado de aura heroica, nunca presumió de bondad, nos han explicado, por ejemplo, que la sencillez es el mejor ropaje de la verdad.

Se nos ha muerto, como me dice su compañero y común amigo Francisco Súnico, un caballero discreto y generoso, paciente y detallista, sutil y moderado: un paisano, un hermano y una buena persona. A su esposa Carmen y a sus hijos Felipe y Carmen, les expresamos nuestras condolencias. Que descanse en paz. / JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO