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Primarias: igual, pero menos

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ay una conclusión generalizada en medio mundo según la cual la importante jornada de elecciones primarias del martes en los Estados Unidos ha dejado las cosas como estaban: John McCain reforzado como casi seguro candidato republicano y duelo mantenido entre Hillary Clinton y Barack Obama. Esto es verdad, pero es sólo la verdad aritmética, que esconde algunas novedades que alteran cualitativamente el escenario. La primera es que el efecto Obama sigue funcionando como portaestandarte del cambio, difuso y poco elaborado, pero claramente anti-establishment, lo que explica la extraordinaria participación de los demócratas en las votaciones. La segunda es que si bien Clinton puede decir, sin mentir, que le ha ido mejor en delegados (porque ganó con mucha holgura en su baluarte electoral, Nueva York, y en California), también es cierto que ganó en ocho estados, frente a catorce para Obama, lo que prueba algo muy relevante: la permeabilidad de públicos diversos al mensaje del senador afroamericano, que parece un político mucho más trasversal. Hay, en fin, un hecho que no es un dato del Supermartes, pero que se relaciona íntimamente con él y, si se confirma de modo estable, no podrá dejar de ser sopesada por la Convención demócrata en agosto: Obama ganaría, por muy poco, a McCain mientras Hillary perdería frente a él, también por poco. Esto puede tener que ver con la mencionada condición más porosa y trasversal mencionada. En cuanto pasen las próximas citas importantes, a primeros de marzo, los aspirantes mejor colocados en ambos campos deberán tomar decisiones difíciles, empezando por la de elegir a un candidato a la vicepresidencia, operación que a menudo sirve para redondear el porcentaje de votos esperables. McCain deberá abordar pronto una de sus asignaturas pendientes: su probada falta de interés o competencia en los asuntos económicos y Obama intentará atenuar, con una personalidad previsible, sobria y con oficio lo que algunos tienen como un déficit suyo: la inexperiencia.