Dilema demócrata
La gran ronda de las elecciones primarias celebrada el martes en Estados Unidos ha arrojado un resultado dispar para republicanos y demócratas. Mientras en las filas de los primeros se ha afianzado la candidatura de John McCain hasta el punto de perfilarse ya como el candidato que pugnará en noviembre por suceder a George Bush en la presidencia del país, sus oponentes no sólo no han despejado el duelo que libran Hillary Clinton y Barack Obama, sino que éste ha ganado en intensidad ante el ajustado reparto de los resultados. El Supermartes ha constatado el poderío de la senadora en los estados -California y Nueva York-, que proveen un mayor volumen de delegados, imprescindibles en la larga carrera hacia la nominación. Pero también ha evidenciado que el mensaje de renovación de su contrincante está logrando superar las cortapisas impuestas por la maquinaria más encorsetada de su partido. Sin embargo, el análisis del escrutinio pone de manifiesto que ambos aspirantes han cimentado sus apoyos entre sus votantes incondicionales, lo que cuestiona por el momento tanto la capacidad de Clinton de ensanchar su electorado natural como la de Obama para extraer una ventaja más pronunciada de la mayor animadversión que despierta su rival. La movilización de voto que está provocando el enfrentamiento entre ambos contribuye, sin duda, al objetivo de los demócratas de presentarse como la alternativa inevitable ante el desgaste sufrido por los republicanos tras los dos controvertidos mandatos de Bush. Pero el polarizado apasionamiento que está generando la pugna Clinton-Obama también comporta riesgos para las opciones de su partido, entre los que no es el menor la posibilidad de que la unidad que requiere necesariamente el mensaje del cambio para hacerse creíble quede irremediablemente dañada por el fuerte personalismo que ha adquirido el proceso de designación de su aspirante a la Casa Blanca.
Actualizado:Una amenaza para los demócratas que se ve agravada por el perfil político de McCain, representante de un conservadurismo de corte más posibilista que se ha esforzado en distanciarse del envenenado legado de la Administración Bush.