Gafas para ver la pantalla con otros ojos El volumen sí importa
El cine digital en tres dimensiones podría frenar la incesante pérdida de espectadores en la salas
Actualizado:En una gran ciudad, podría conseguir que alguien le sirva un gin tonic en el salón de su casa, a las cuatro de la mañana, sólo con descolgar el teléfono. Son las cosas de la vida moderna; todo es más cómodo, pero tanto confort también nos ha llevado a que cada día nos resulte más duro despegar el cuerpo del sofá. Los exhibidores de cine españoles lo saben bien, han cerrado el ejercicio con una pérdida de veinte millones de espectadores, cuarenta si se compara con las personas que les visitaban hace dos años. ¿Pero quién va a desplazarse hasta una sala, hacer cola y rascarse el bolsillo cuando con el DVD puede disfrutar con toda la familia, por menos dinero, y sin levantarse de su propia butaca? La lógica económica es aplastante y en estos tiempos no queda sitio para romanticismos.
«Cada vez se ve más cine», asegura el director catalán Ventura Pons. «Lo que sucede es que se ve fuera de su lugar natural, algunos hemos nacido amando el cine y los cines y moriremos igual, pero tenemos que tener claro que el presente pertenece a internet». Bigas Lunas, en unas recientes declaraciones, incidía en la misma idea: «Si consideramos la cantidad global de espectadores la cifra oficial se quintuplica. De Yo soy la Juani, en tres meses, se efectuaron tres millones de intentos de descarga. O sea, que es la más vista de toda mi filmografía».
La tecnología -sin contar el uso fraudulento de ella- está produciendo importantes dolores de cabeza a los exhibidores; no obstante, puede que en ella también encuentren el alivio. Igual que un chupito, a la mañana siguiente, ayudaría a sobrellevar los excesos del señor que pidió el gin tonic por teléfono; las posibilidades que la era digital brinda a la cinematografía podrían servir de tabla de salvación al incesante goteo de la taquilla. La solución más obvia, la proyección en tres dimensiones (3D), a la que no se tiene acceso en el salón de casa.
No es ningún invento nuevo, ¿quién no recuerda haber probado con las incómodas gafas de celofán durante los ochenta? Entonces no triunfó, tampoco era plan de que las migrañas pasaran de los responsables de las salas a los espectadores, pero los tiempos cambian y la nueva tecnología Dolby 3D, la utilizada para Superman returns o Chicken little hace posible disfrutar de una experiencia diferente. Beowulf, de Robert Zemeckis, por ejemplo, se estrenó en Madrid en sus dos versiones -dos y tres dimensiones- y «las salas de 3D se llenaban las primeras. Al público no le importa pagar el sobreprecio -un euro- que tiene la entrada», aseguran en Yelmo Cineplex. Para la sala, la inversión tampoco es desorbitada, ronda los 35.000 euros si cuentan ya con un sistema de proyección digital.
Cine game
Las imágenes tridimensionales están llamadas a cambiar muchos de los negocios audiovisuales tal y como hoy los entendemos. El realismo que imprime a la acción de los videojuegos revolucionará la forma de usarlo. De hecho, Yelmo también ha puesto en marcha una experiencia para convertir el cine en punto de encuentro de jugadores. Para ello, han adaptado una sala con un monitor en cada butaca, en el que se controlan los propios movimientos, mientras que en la gran pantalla aparecen todos los participantes como si de la vida real se tratara.
Los principales patrocinadores del nuevo cine en 3D son George Lucas -que ha prometido la digitalización tridimensional incluso de los episodios IV, V y IV de La guerra de las galaxias-; James Cameron (Titanic); Peter Jackson (El señor de los anillos); Robert Rodríguez..., Hollywood se ha sumado a la digitalización y ve en el formato HD la continuación lógica de los 35 milímetros, no sólo por el juego tridimensional, sino por el ahorro en costes de producción que supone rodar en tecnología digital. Inland Empire, de David Lynch está íntegramente grabada en video digital (DV). La imagen puede resultar más basta, pero le permite al director revolucionar su método de trabajo. La revista Cahiers du Cinema ve en esta cinta «un nuevo comienzo», y por ello la ha elegido como mejor película de 2007. Tanto han bajado los costes de producción que términos como low budget film (de bajo presupuesto) están perdiendo su significado. Con una cámara que cabe en una bolsa de mano se puede dar vida a un largometraje. Las viejas series B y Z están de enhorabuena, pero muchísimo más importante es el efecto que esta democratización del cine tiene en las vanguardias. Aunque estás quizá nunca lleguen a las salas, de sus filas puede que salgan los directores estrellas del mañana. Quizá el tamaño no importa, pero cuando se busca imitar la realidad el volumen sí que lo hace. Así que imagine la revolución que supone el 3D digital en el cine porno. Por ahora, el primer proyecto ha sido La enfermera perversa, una cinta de animación tridimensional que se vale de la tecnología digital para crear en el ordenador a sus estrellas. Como Shrek, pero más estilizados.
En cualquier caso, la imagen seguiría manteniéndose dentro de la pantalla bidimensional, al estilo de un cuadro de Rubens. Pero las posibilidades que ofrece la proyección polarizada, la que se utiliza en los 3D más modernos y que consiste en pasar 144 fotogramas por segundo -el cine tradicional expone 24- y alternarlas en dos sentidos, son infinitas. Bajos costes, equipos mínimos y cuerpos que se salen de la pantalla. Claro que hasta ahora algunos tampoco era fácil mantenerlos en cuadro.
El problema para que despegue una industria de estas características está en el dinero necesario para adecuar las salas analógicas a la proyección digital. En el caso de los cines X, mucho más gravoso por la escasez de clientela. Primero hay que adecuarse a la tecnología, al menos 80.000 euros y después a la tridimensionalidad, otros 35.000. Las gafas, un filtro necesario para conseguir el efecto cuestan en torno a los 50 euros. Algunos gurús americanos pronostican que en el futuro todos tendremos nuestros propios anteojos de 3D. Esperemos que no sean para ir sólo a las salas de cine porno.