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Los investigadores confirman que mucha información sanitaria de internet no es fiable: hay charlatanería, falsos remedios-milagro, errores involuntarios y publicidad encubierta

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Las crónicas de la red atribuyen a un tal Piero Impicciatore el descubrimiento de que internet no es una fuente fiable de información sanitaria. Muchos lo intuían, pero este investigador del Instituto Mario Negri de Milán fue el primero en transformar la sospecha en evidencia científica cuando en 1997 publicó en el British Medical Journal un artículo en el que analizaba, en 41 páginas de información parental, los consejos para tratar en casa la fiebre infantil: sólo 4 se atenían a las pautas pediátricas establecidas sobre cuándo la temperatura alta se considera fiebre, dónde se toma o qué hacer para bajarla.

Según la Agencia de Evaluación de Tecnologías Sanitarias de Andalucía, un 28% de los internautas busca habitualmente información de salud en la red. Algunas personas obtienen conocimientos útiles, comparten experiencias, prestan o reciben ayuda de otras personas en su situación a través de comunidades virtuales. Otros compran medicinas sin receta, atienden los consejos de curanderos, se someten a tratamientos alternativos poco contrastados o, sencillamente, alimentan su hipocondria.

Instituciones y profesionales sanitarios observan con inquietud el doble filo de internet. Y su preocupación se refleja en el creciente número de investigaciones sobre el fenómeno ¿Son fiables las cientos de miles de webs de información sanitaria que existen? ¿Quién busca? ¿Cómo navega? ¿Qué hace con la información?

Otro indicador de esa preocupación es la creación de certificados de calidad. El Ministerio de Sanidad y los colegios de médicos y enfermeros trabajan en el proyecto Acreditación de Contenidos Sanitarios en Internet (ACSI). A nivel internacional, hay códigos de conducta como el de la Health on the Net (HON) Foundation.

José Joaquín Mira, profesor de Psicología de la Salud en la Universidad Miguel Hernández de Elche, presentó en 2006 los resultados de un estudio según el cual un 25% de la información sanitaria en internet contiene errores, casi siempre por datos incorrectos o por falta de actualización. En este trabajo, financiado por el Fondo de Investigaciones Sanitarias, participaron 663 médicos especialistas y de Atención Primaria. De ellos, un 8% se comunicaba con sus pacientes por correo electrónico.

«Cada vez hay más sitios de calidad contrastada. Sitios habitualmente dirigidos a profesionales han abierto espacios para informar a los ciudadanos con un efecto beneficioso», sostiene José Joaquín Mira. «El problema de internet es que si usted o yo colgamos hoy una página, es posible que dentro de cinco años alguien la encuentre, y la información puede estar desfasada, ser incorrecta o incluso perjudicial», asegura.

Ni el 'kit' mínimo

Mira y sus colegas han analizado además los estilos de navegación de los internautas y han llegado a la conclusión de que, en general, «visitan muchas páginas en poco tiempo, leen cruzado y se detienen más en las páginas con un diseño atractivo». Pero no siempre encuentran lo que buscan y, si lo hacen, no en todas las ocasiones lo entienden. Una de las investigaciones de Mira y sus colegas consistió en hacer una especie de examen virtual a un grupo de usuarios: se les pidió que se documentaran en internet sobre diferentes problemas de salud -diabetes, leucomalacia y tratamiento con hemodiálisis- durante todo el tiempo que quisieran y, al terminar, se les preguntó por cuestiones consideradas el kit básico que un paciente debería conocer sobre su enfermedad. «Aprobaban por los pelos», afirma el psicólogo.

«La gente cada vez busca más información, aunque no se lo diga a su médico -asegura este investigador-. Yo paso consulta de Psicología en un centro de salud y el 30% de la gente ha buscado en la red. Lo que pasa es que a veces andan despistados sobre dónde buscar». De ahí la importancia de que el facultativo recete a sus pacientes webs de confianza. «Internet es un acceso anónimo y siempre disponible. No presupone desconfianza hacia el médico. La gente quiere saber. Otra cosa es tomar una decisión: para eso prefieren que el profesional tome la iniciativa, sobre todo si es un proceso grave», asegura.

Y luego están los hipocondríacos: en ocasiones, su trastorno puede empeorar si se obsesionan con los contenidos -a veces truculentos- de ciertas páginas. «Hay que saber interpretar la información. Internet es una herramienta de educación sanitaria muy potente, pero no sustituye al profesional», concluye Mira.

Lo más fácil: en Google

El 25% de páginas incorrectas al que se refiere la investigación de Mira es el porcentaje de las que contienen errores entre los diez primeros resultados que ofrece Google. Porque introducir ciertas palabras clave en el buscador por excelencia es el camino que emplea la inmensa mayoría de los internautas en busca de información sobre salud.

Así lo corrobora Jaime Jiménez Pernett, investigador en la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP) de Granada, quien destaca que la mayoría de la gente no se molesta en mirar más allá del tercer resultado. «Y los criterios de indexación de Google tampoco están muy claros», advierte.

El grupo de investigación Internet y Salud de la EASP ha analizado desde 2004 miles de páginas de información sanitaria y ha elaborado varios listados de webs fiables destinadas a públicos diferentes, entre ellos adolescentes, ancianos y médicos. En general, «las páginas institucionales tienen más calidad y cumplen mejor con los criterios de los códigos de conducta que las paginas comerciales».

Por ejemplo, un niño tiene fiebre cuando su temperatura axilar es de 38º o más y el tratamiento más eficaz es el paracetamol, según el Área de Padres de la web de la Asociación Española de Pediatría. Frente a eso, en el sitio del Centro Gnóstico Anael se recomienda «cataplasma de cebolla en rama machacada, en las plantas de los pies». ¿Qué diría Impicciatore...?