La leyenda del príncipe maldito
El Museo Thyssen y la Fundación Caja Madrid muestran la obra de Amadeo Modigliani en su contexto parisino y los artistas que le influyeron
Actualizado: GuardarLa tragedia personal, larvada a través de multitud de excesos y penurias, acabó cobrándose su vida, pero el legado creativo le concedió el respeto y la gloria desde el mismo día en el que se celebró su multitudinario funeral. Amedeo Modigliani fue sepultado el 27 de enero de 1920 en el cementerio parisino de Père Lachaise, el lugar donde reposan los grandes de la cultura, y su féretro fue acompañado por una muchedumbre. Curiosamente, Giusseppe Emmanuele, su hermano y líder del Partido Socialista Italiano, solicitó a su galerista que se le enterrara como un príncipe y las exequias respondieron a las correspondientes a todo un personaje público. El reconocimiento rápido y masivo de este artista, muerto cuando tan sólo contaba 36 años, se benefició también de la leyenda surgida en torno a su dramática peripecia y, sobre todo, de la singularidad de su propuesta, tradicionalmente considerada ajena a cualquiera de los movimientos que compusieron la vanguardia histórica y, no obstante, icono y símbolo de la modernidad.
Esa falta de concreción ha desembocado, asimismo, en la adscripción académica a la Escuela de París, una acepción genérica, y que se basa, fundamentalmente, en su mera condición de asiduo de los cenáculos de Montparnasse y amigo de buena parte de sus miembros. Francisco Calvo Serraller achaca esa indefinición a la deficiencia de la historiografía, incapaz de ubicarlo en su discurso, o, incluso, a ciertas suspicacias en torno al peso de su verdadera aportación. A ese respecto, este crítico y responsable de la exposición Modigliani en su tiempo, abierta desde ayer en Madrid, propone la visión del creador y la obra en un amplio contexto. Con dicho fin, la muestra lo ubicará en su medio, rodeándolo de maestros y compañeros, gracias a la disposición en sendos espacios situados en el Museo Thyssen y las salas de la Fundación Caja Madrid, organizadoras de la antológica.
El Paris del siglo XX
La cita, sin duda, una de las más atractivas de la temporada, pretende establecer un diálogo con sus contemporáneos, ofrecer un panorama del París que revolucionó la plástica a principios del siglo XX y destacar su fuerte personalidad. El itinerario cronológico comprende ciento treinta obras, entre lienzos, dibujos y esculturas, con abundancia de retratos y desnudos, e, incluso, inusuales paisajes, que se intercalan con piezas de Pablo Picasso, Toulouse-Lautrec, Paul Cézanne, Brancusi y André Derain, reunidos en el capítulo de maestros, y una representación de Marc Chagall, Chaïm Soutine, Ossip Zadkine o Tsuguharu Foujita como colegas y habituales tertulianos. El reto se encuentra en hallar los paralelismos y convergencias, proceso comparable a la constatación de su peculiar estilo, suma y síntesis de influencias muy diversas.
Hoy, en modo alguno Modigliani es descrito como el artista oscuro y despreciado que la versión más romántica ha divulgado, aunque las penurias y estrecheces siempre le acompañaron. Aunque la miseria siempre se halló presente, también la fama se anticipó a su cruel final. En 1916 ya había cruzado el Atlántico y alcanzado la ciudad de los rascacielos. Ese año, la Modern Gallery de Nueva York produjo una exposición colectiva de escultores norteamericanos en la que se insertaban varias cabezas suyas y otras tallas de Brancusi, otorgándoles la credencial de precursores de la renovación de la disciplina.
En París, un año después, la galería Berthe Weill llevaría a cabo la única muestra individual celebrada en vida. Aunque los desnudos provocaron un escándalo con intervención policial incluida, la ocasión dio lugar a ventas importantes a coleccionistas de primera línea. También resultó trascendental para su proyección internacional la colectiva Exhibition of French Art 1914-1919, un acontecimiento extraordinario en Londres en 1919, y que albergaba trabajos de Picasso o Matisse, entre otras figuras. El pintor italiano gozó de la representación más numerosa, con 59 lienzos y dibujos. Curiosamente, tal y como se relata en el catálogo, la noticia del empeoramiento de su salud detuvo las ventas, aunque impulsó demandas masivas, presagio de que su muerte aumentaría la cotización.
Tributos
En cualquier caso, es a lo largo de la década siguiente a su fallecimiento cuando proliferaron los homenajes. Tienen lugar numerosas panorámicas individuales por toda Europa y Japón. Paralelamente, las cotizaciones de sus cuadros se multiplicaban y los grandes colecciones de la época adquirían sus obras.
Sin embargo, la leyenda en torno al malditismo se fue cimentando con la publicación de la novela Les Montparnos, de Georges-Michel, cuyo protagonista guarda similitud con el artista. También existe confusión sobre su vocación. Las biografías apuntan que antes de su llegada a París, aquel joven descendiente de sefardíes era, ante todo, un aspirante a escultor. Como otros muchos artistas, se sentía atraído por la irresistible atracción de la ciudad Luz. Fue criado en el seno de una familia de clase media, víctima de la ruina en los negocios y la separación matrimonial, y pronto se manifestó como un muchacho apasionado por el arte y la lectura de Baudelaire, D'Annunzio o Nietzsche. Su madre, escritora profesional, apoyó su vocación como una manera de reconducir un carácter que dio muestras de inquietante inestabilidad.