DESCANSO A MEDIODÍA. Varios de los integrantes de una cuadrilla de obreros de La Isla.
CÁDIZ

Miedo a poner el último ladrillo

Los trabajadores de la construcción temen lo peor y ya no tienen asegurado el empleo al terminar su obra actual

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Alfonso, Pedro, Ezequiel, Sergio, Eleuterio y Francisco no necesitan saber los orígenes de la crisis inmobiliaria, ésa que comenzó en Estados Unidos a mediados de 2007 por una concesión alocada de hipotecas, que ha estallado en las narices de España y que se ha llevado por delante la burbuja en la que flotaba el sector de la construcción desde hace años. Ni falta que les hace. A Alfonso y a sus compañeros les basta con saber que la obra en la que trabajan se acabará en un par de meses y, por primera vez en mucho tiempo, desconocen si al poner el último ladrillo de su actual empleo tendrán otro tajo al que acudir a diario.

Pedro y los otros integrantes de su cuadrilla se consideran unos afortunados. Por ahora. Llevan meses en una obra de viviendas en el centro de San Fernando y eso es algo que no pueden decir los 17.296 gaditanos que estaban inscritos en las oficinas del paro como demandantes de trabajo en la construcción al terminar enero. Alfonso, que es el más veterano, no ve tan lejanos los datos: «En mi familia ya hay varios parados que se dedicaban a esto... y eso no pasaba hace un año».

Datos contra realidad

Ezequiel y los otros cinco obreros descansan a la sombra. Es la hora de comer y se ríen de su futuro por no llorar. Ellos son todavía seis de los 66.000 ocupados en los que la Encuesta de Población Activa cifró el número de empleados por la construcción en Cádiz al finalizar 2007, unos 7.000 menos que tres meses antes. La próxima encuesta del INE, que se conocerá en abril y dará las cifras hasta marzo, quizás les incluya. «No tenemos ni idea de dónde estaremos en un par de meses, pero esto pinta muy mal», comenta Pedro.

Sergio y sus compadres recuerdan cómo era todo hace no mucho tiempo. «Antes se peleaban por nosotros. Los empresarios venían a buscarnos y nos sobraba empleo por todas partes. Ahora somos nosotros los que tenemos que buscarnos las habichuelas», comenta uno que no quiere ser identificado. «Al final nos tendremos que dedicar a la droga», bromea, aunque la sonrisa tensa de alguno de sus compañeros denota que no les ha hecho mucha gracia el chiste. Ninguno sabrá qué es una hipoteca subprime ni sufrirá por las evoluciones del Ibex 35; sin embargo, conocían a la perfección que Cádiz había superado los 113.000 parados en enero.

Eleuterio ha estado callado todo el tiempo. Parece el más joven y el que menos claro lo ve todo. Es de La Isla y difícilmente encontrará otro empleo de una forma tan rápida como encontró éste. Otros dos vienen de fuera. De dos municipios que han cabalgado a lomos de la bonanza constructora: Chiclana y Puerto Real. «Allí el mercado sí que está muerto», resume uno. «Lo de Chiclana está claro: en cuanto han dejado de construir casas ilegales se ha acabado el chollo», señala otro.

Francisco viene al final del descanso y se une al grupo. «Tenemos suerte con esta obra», insiste Alfonso. Y recuerda cómo durante toda la década los obreros han tenido la sartén por el mango en cuanto a las condiciones de trabajo: «Al primero que se le ocurra ahora pedir un aumento de sueldo lo echan a la calle, porque saben que van a encontrar más». Casi le interrumpe otro para proclamar que él sí pedirá un aumento de sueldo. «Así me voy al paro y se acaba la incertidumbre», zanja.