Casualidades increíbles
La vida trae consigo casualidades increíbles. El pasado fin de semana, en compañía de mis amigos Gonzalo y Juan María, acudimos al Festival Flamenco Caja Madrid, que cada año organiza la entidad financiera en el Teatro Albéniz. Considerada como una de las grandes citas del flamenco en todo el país, los carteles están cuajados de grandes figuras. El viernes se ofrecía un cartel con grandes alicientes, un mano a mano en la cumbre de dos artistas con un gran tirón mediático, Miguel Flores Quirós Capullo de Jerez y Juan Moneo El Torta con la figura de Juan Peña El Lebrijano presidiendo la «ceremonia jonda». El cartel de no hay billetes se colgó bien pronto y la expectación se podía masticar desde la cercana plaza del Sol. Cada uno, desde su perspectiva cantaora, desgranó su repertorio ante las exigentes tablas, Lebrija y Jerez de nuevo unidas en un mismo abrazo fraterno.
Actualizado: GuardarTras el viaje, nuestra ilusión era encontrarnos con Juan Moneo, una vez finalizada el acto, pero fue del todo imposible, ya que el artista se retiró esa noche a descansar tras dos días consecutivos de actuaciones. Así que nuestro gozo en un pozo.A la mañana siguiente, fuimos a dar un paseo por el centro. Aparte del normal trasiego de personas que presenta Madrid en cualquier día del año, coincidía con Fitur. Tras almorzar por la zona de La Latina, nos dispusimos a pillar un metro para ir a descansar fue justo entonces cuando uno de los miembros de la comitiva pego un salto y dijo: «Pero ese es Juan, mira está ahí en la puerta de una cafetería». Increíble, las cosas del destino. No salíamos del asombro. Millones de personas recorren la ciudad del oso y el madroño y su extensión, como sabemos, no es la de nuestro Cádiz o Jerez.
Juan nos recibió con el mismo asombro del encuentro fortuito y, tras charlar con él, nos invitó a la Sala El Juglar donde se mostró cercano y dejando entrever ese mundo interior que es el que hace comprender mejor su forma de llevarlo hacia fuera cantando.
Ante nuestras preguntas de cómo había estructurado su intervención nos dijo: «yo no preparo nada, simplemente me dejo llevar por la inspiración, lo que el alma me dicta en cada momento según lo necesito». La emoción por encima de las formas que concretizó, en el teatro, en forma de unos ayes misteriosos que ya quedarán grabados por siempre en nuestros corazones. Y es que para hablar de El Torta el duende se escribe en singular, como ciertos encuentros.