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Una legislatura revolucionaria

En estos días de vaticinios electorales algunos pretenden sacar conclusiones de nuestra historia democrática. Como si tuviera los siglos y la regularidad de la norteamericana o la británica. Así, a partir de la experiencia de estas tres escasas décadas se dice que, hasta ahora, todos los presidentes que han repetido mandato llegaron al segundo con un fuerte apoyo popular y, excepto en el caso de Suárez, para conseguir mayoría absoluta. Lo que no se comenta al tratar de extraer enseñanzas del pasado es que ninguno de los gobernantes hizo una política tan arriesgada como Zapatero. Temeraria para muchos. Revolucionaria a mi entender.

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Y el debate sobre la anexión de Navarra a Euskal Herría. Por si no fueran suficientes para una legislatura todas estas pretensiones, Zapatero ha tomado iniciativas tan radicales como la aprobación del matrimonio de homosexuales o el asalto a la educación mediante una asignatura de valores cívicos, esto es, de propaganda ideológica del partido en el Gobierno. Aún más: ha atizado los enfrentamientos entre los españoles al alentar la reivindicación de la memoria histórica que venía a echar por tierra la reconciliación nacional conseguida durante la transición a la democracia. Al margen de las valoraciones que pueda merecer tal legislatura, los objetivos no han podido ser más ambiciosos. A mi entender revolucionarios desde el punto de vista político, moral y cultural.