Abuelita
De madrastra de Blanca Nuera, a tierna abuelita de Caperucita... La metamorfosis experimentada por Carmen Cervera en la madrugada del pasado jueves habría dejado asombrado al propio Kafka. Y todo por un diminuto lloroncete de medio metro, y unos tres kilos de peso. Un bebé más, entre los muchos que vinieron al mundo esa noche. Pero para Tita, el único recién nacido del universo: su primer nieto.
Actualizado: GuardarNo hay temperamento, por indomable y beligerante que sea, que no se aplaque y derrita al contraer la dulce enfermedad de la abuelez; un virus que a la baronesa Thyssen le ha calado hasta los huesos, quizá porque se encontraba sin defensas. Tan segura estaba Tita de su desdén que no se paró a pensar en los muros que sería capaz de derribar, con un simple puchero, el nuevo varoncito Thyssen. Tan enconada en su enfado que llegó a afirmar que sólo vería a ese niño si se lo llevaba a casa su hijo o, en su defecto, una nanny. Nunca, en brazos de su nuera.
Pues bien, desde que Sacha nació, Tita no para de practicar el donde dije digo, digo Diego... Digo Diego, digo Blanca y lo que se tercie, con tal de que me dejen estar a la vera del chiquillo. Esa Tita Cervera allí, compartiendo con sus consuegros, a los que ha llamado de todo menos bonitos, el momento cumbre del alumbramiento... Eso sí que debió de ser un cuadro y no los que cuelgan en el Thyssen.
Pero, como dice el refrán: Por la paz (¿o será por la paz-ta?), un Ave María... Los Cuesta han decidido quedarse amnésicos y su hija ha ido aún más allá dejando que Tita entre a conocer al bebé antes que su propia madre, e incluso (y esto ya es mucha concesión) antes que las cámaras de la exclusiva. Si ese niño pudiera hablar, exclamaría: «¿Abuelita, abuelita, qué poder más grande tienes!».