Irak y el Supermartes
Seis meses ha durado una relativa tranquilidad en Bagdad propiciada por el aumento de las tropas norteamericanas y la nueva cooperación con las fuerzas iraquíes que incluye una mejor operatividad del ejército y de la policía locales, un cese de acciones violentas de los chiíes del ejército del Mahdi y la cooperación de grupos sunníes que han comprobado el enorme peligro de los terroristas de Al-Qaeda frente a los invasores que derrocaron a su líder Sadam Hussein. La depravación de las mentes islamistas llega hasta el extremo de utilizar a dos mujeres con síndrome de down para perpetrar atentados en dos mercados de Bagdad y segar la vida de un centenar de personas. No fueron atentados suicidas; los explosivos que escondían bajo su túnica abaya negra fueron activados por control remoto. No hay palabras, sólo profunda indignación y pena. Al Qaeda pretende terminar con una cierta sensación de seguridad en Bagdad que duraba desde el verano y, de paso, lanzar un recordatorio sangriento a los norteamericanos de cara al supermartes. El primer ministro Al Maliki se apresuró a aventurar que los atentados del viernes serán un hecho aislado. Osado presagio, que ojalá se cumpla.
Actualizado: GuardarCuriosamente, la actuación de los Estados Unidos en Irak no está teniendo, por el momento, el peso que se preveía en la carrera electoral. Sin duda, será artillería pesada de los demócratas en la recta final, en el cara a cara con su adversario republicano que, sea quien sea, mantendrá la tónica actual de no acercarse, ni en pintura, al presidente Bush quien, en los últimos días, ha protagonizado un descafeinado discurso sobre el estado de la Unión y ahora se afana por conseguir en el Parlamento 515.000 millones de dólares, presupuesto del Pentágono para el 2009, y un fondo de emergencia de 70.000 millones de dólares para las guerras en Irak y Afganistán.
En las filas republicanas no sentó nada bien el halago o caramelo envenenado de Bush hacia Hillary Clinton, como la mejor preparada para hacer funcionar el gobierno desde el primer día, aunque a continuación asegurara que, por supuesto, quería que ganara el candidato republicano. Bush sigue cosechando bajísimos índices de popularidad mientras todos le reclaman más medidas para atajar la crisis financiera.