Cosas de porteros
Actualizado: Guardaros recientes casos del portuense Pinto y el ya ex cadista Armando provocan una mezcla de admiración e incredulidad por ver cómo el fútbol es capaz -en un abrir y cerrar de ojos- de colocar en el centro de todas las miradas a dos profesionales que hasta hace pocos días se limitaban a entrenar un par de horas al día y marcharse a casa procurando hacer el menor ruido posible. Dos porteros en fase de prejubilación anticipada que comenzaban a almacenar vivencias para escribir unas memorias con anodino final y que se han convertido de un día para otro en la envidia pura y dura de quienes les habían cerrado respectivamente las puertas de la titularidad. Que dos futbolistas que se estaban muriendo de aburrimiento en sendos banquillos de Segunda se vean por arte de magia y algún que otro mérito adquirido hace no tantos años formando parte de dos históricos de Primera en pleno mes de febrero y después de unas agridulces navidades es como para pensar que lo de los Reyes Magos es algo más que un cuento para niños. Son los cancerberos unos personajes peculiares que deben soportar esa leyenda urbana que los ha tratado como egoístas, huraños, egocéntricos, algo locos y enemigos irreconciliables de los que les disputan el puesto en cada entrenamiento, pero a los que figuras de la talla de Iker Casillas les han devuelto esa parte del pastel que casi siempre se han comido brasileños con la boca más grande y la cara más dura. Será cuestión de edad, pero me encanta ver a estos puretones reclamando esa parte de protagonismo que el destino les había birlado sin comerlo ni beberlo aunque ellos -en su momento- también fueran unos malvados para los que dejaron en la cuneta con su explosiva irrupción en Vigo y Cádiz. Ahora, Barcelona y Bilbao son unos destinos inesperados donde podrán secarse las lágrimas y de paso darle un buen alegrón a sus cuentas corrientes.