Un romance demasiado caro
Consecuencia o antídoto, lo cierto es que la boda entre Nicolas Sarkozy y Carla Bruni se produce cuando la popularidad del presidente francés toca fondo. Su índice de confianza ciudadana ha caído en picado en las últimas semanas, desde el 64% de opiniones favorables que presentaba en setiembre hasta el actual 41%. El desplome coincidió con el divorcio de Cécilia Ciganer, su anterior esposa, y con el idilio con la ex top-model italiana con vacaciones a todo plan pagadas por amigos multimillonarios. Los analistas consideran que esa exhibición de lujo, riquezas y jet-set ha erosionado el crédito presidencial entre las franjas democristianas y de edad avanzada en el electorado conservador. El contraste entre la pérdida generalizada de poder adquisitivo y el estilo de vida nuevo rico del político que prometió ser el defensor de la Francia madrugadora ha resultado fatal para su imagen.
Actualizado: GuardarLos consejeros del Elíseo insistían en la necesidad de cerrar cuanto antes el capítulo de un romance que había sido deliberadamente relegado a un segundo plano tras los estragos causados por una mediatización a ultranza, no siempre involuntaria. «Ya no controlamos la máquina. Los medios de comunicación nos devuelven sistemáticamente la imagen de un presidente people, ante todo preocupado por sus historias del corazón. Debemos rectificar el tiro», comentaba un asesor en el diario Le Parisien horas antes de la boda. Además de eliminar rompecabezas diplomáticos en viajes oficiales a países como India o Arabia Saudí, Sarkozy espera que el enlace con Carla Bruni sirva casarse de nuevo con unos franceses de los que sigue divorciado.