La crisis
LA GLORIETA Con un par de ovarios, me voy a lanzar al ruedo económico con un análisis, muy particular y personal, de la conocida y ya compañera de sofá, nuestra querida amiga la crisis. Sí, esa señora que no para de salir últimamente en la tele, que si vendiera exclusivas se hacía de oro y que la muy le ha metido el miedo en el cuerpo a todo el mundo. Pues bien, mi doméstico análisis tiene su base en mi última revisión de facturas. Por cierto, algún día dedicaré mi columna a ese momento en el que soy capaz de jurar en esperanto cuando miro las emotivas misivas de las compañías eléctricas, del banco y hasta de la tienda de enfrente. Un patético momento que siempre procuro compartir sólo y exclusivamente con la felpa del pelo y el pijama.
Actualizado:Pues yo no sé ustedes, pero yo sigo igual de ajustada en cuanto a números que el año pasado. Si eso significa que ha llegado mi prima la crisis, no entiendo por qué nadie la ha invocado antes para que se aparezca como si fuera un polstergeist. Quizás la pobre era menos atractiva cuando aún quedaba mucho para su próxima cita electoral, o no hacía falta que en esos momentos alertara a los incautos que se metían de por vida en la compra de una casa, sin saber que algún día el cinturón les iba a apretar demasiado.
Pero nuestra amiga crisis comparte esos mismos problemas con sus compañeros de cenizo: la sin par tragedia, el colapso y el recurrente drama. Según se utilice puede incluso ser beneficioso para algunos intereses más bien económicos, que lo usan de perfecta excusa para seguir sacando provecho. Eso sí, no busquéis a crisis en las terrazas de los bares cuando se llenan de imprudentes consumidores. stubio@lavozdigital.es