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ANGUSTIA. Dos iraquíes no pueden ocultar su dolor tras los atentados perpetrados ayer en Bagdad. / AP
MUNDO

Terroristas utilizan a discapacitadas mentales para provocar dos masacres en Irak

Las cargas adosadas a las mujeres se detonaron a distancia y dejaron 72 muertos

A. G.
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La relativa calma que desde hace unas semanas disfrutaba Irak saltó ayer por los aires junto a las vidas de al menos 72 personas. Y eso que el presidente de EE UU, George W. Bush, afirmó en su último discurso del estado de la Unión que se estaba ganando la guerra contra el terrorismo en el país árabe. Fueron dos atentados casi simultáneos en mercados de animales cuando se encontraban atestados de gente.

Y sus autoras dos mujeres discapacitadas mentales que acudieron al encuentro de Alá tras estallar las cargas explosivas que portaban. La expresión extrema del horror se saldó también con más de 150 heridos, algunos trasladados al hospital en situación crítica.

Durante el mes de enero quinientos civiles habían muerto en suelo iraquí a causa de la violencia. Una cifra relativamente baja para la sangría habitual que padece el país mesopotámico. Los enfrentamientos religiosos habían disminuido merced a que los suníes aceptaron muchos de los ofrecimientos del Gobierno de Bagdad -algunos analistas hablan también de que el dinero de Washington ha ayudado- y porque el Ejército del Mahdi, comandado por el clérigo chií Moqtada al-Sadr -subvencionado por Irán- mantiene una tregua. Todo parecía ir mejor.

El peor en seis meses

Pero ayer la esperanza quedó cercenada de raíz. El viernes es día de mercado en Irak. Y el de animales domésticos del bagdadí Suq al-Gazl -donde se intercambian principalmente palomas y aves- se encontraba a tope. La algarabía y las transacciones iban en aumento según se llenaba el zoco. Pero de repente la mañana se oscureció. Unos segundos después todo era destrucción y cadáveres desparramados por doquier. Una mujer había explosionado la bomba que portaba. La Policía contabilizó 45 muertos y 82 heridos. Y un triste récord: se trataba del atentado más mortífero cometido en la capital desde hacía seis meses.

En principio se creyó que el atentado había sido perpetrado con un artefacto oculto entre el desorden del mercadillo, pero luego se confirmó la existencia de un suicida al aparecer la cabeza de una mujer separada del cuerpo entre los despojos humanos. Testigos presenciales dijeron que el mercado se transformó en un caos absoluto y que numerosos animales murieron también por la explosión. En las imágenes grabadas en el lugar por algunas televisiones, la sangre de los animales y la de las personas se confundía en el suelo mientras era retirada con potentes chorros de agua. Pero la pesadilla no había terminado. Cuando la música y las distendidas conversaciones se habían trocado en el ulular de las ambulancias y los coches policiales otra explosión sacudió la capital. Apenas habían transcurrido unos minutos. En esta ocasión el objetivo del ataque fue un mercadillo popular de mascotas en el el barrio chií de Bagdad al Yadida. Otra kamikaze sembró de muerte el recinto. Resultado: 27 muertos y 67 heridos.

El portavoz del Ejército iraquí en Bagdad, el general Qassim Mussaui, confirmó que ambos atentados fueron perpetrados por discapacitadas mentales que portaban los explosivos en el momento en que fueron activados por control remoto. «Hemos visto los móviles utilizados para detonar a las mujeres», declaró. Los mercados populares ya habían sido objetivos terroristas con cierta frecuencia. En concreto, en de Suq al Gazl perecieron trece personas el 23 de noviembre por el estallido de un artefacto colocado por un desconocido que posteriormente se dio a la fuga. Y hace ahora un año, otra bomba causó quince muertos. Los ataques obligaron a las autoridades a rodear estos zocos con muros de hormigón para evitar el acceso de coches bomba. Estas barreras han evitado algunas acciones terroristas, pero no las de ayer.

Golpe a la reconciliación

Y en medio de la condena internacional por estos dos actos de barbarie otro elemento más vino a ensanchar la grieta que impide la reconciliación de la dividida sociedad iraquí. El vicepresidente, Tareq al Hashemi, señaló que es poco probable que el Consejo Presidencial firme la nueva ley que permitiría a miles de antiguos miembros del Partido Baas, que lideraba Sadam Hussein, recuperar sus antiguos puestos de trabajo.

El Parlamento la aprobó el 12 de enero en medio de alabanzas por abrir el camino a la primera de una serie de medidas clave que Washington ha pedido para promocionar la reconciliación nacional. Sin embargo, Hashemi, un árabe suní, consideró que la ley es defectuosa porque significa que mucha gente que fue nombrada para ocupar los puestos de trabajo después de la invasión dirigida perdería sus empleos para permitir a los antiguos miembros del Baas recuperar sus posiciones. «No podemos considerar esta ley como un paso en el proceso de reconciliación», manifestó Tareq al Hashemi.