El precio de ser libres
CALLE PORVERA Y ya van ocho. Durante el pasado mes de enero ocho han sido las mujeres que han caído víctimas de la violencia machista, o lo que es lo mismo, la escalofriante estadística de dos muertas por semana. Las cifras no pueden ser más desalentadoras, y lo más descorazonador de todo es cómo los que observamos la cruda realidad desde el otro lado, como meros espectadores pasivos, nos hemos acostumbrado a desayunarnos casi a diario con noticias de este tipo.
Actualizado: GuardarMientras nos comemos la tostada o removemos el plato de lentejas, el presentador de turno alude a la víctima número 2, 3, 4 y así sucesivamente sin que apenas nos dé tiempo a ponerles cara y nombre, por no hablar de las inquietantes historias que se esconderán tras cada caso concreto. El precio de acostumbrarse es lo más peligroso, especialmente cuando nos hacen creer que somos afortunadas porque por fin hemos aterrizado en la sociedad de la igualdad.
Aunque no se trate de lo mismo, la igualdad más necesaria es la que puede equipararse a la libertad, esto es, libertad de elegir qué camino quiere tomar cada una en la vida, libertad de estar con quien apetezca en cada momento y libertad de forjarse su propio destino. Que yo sepa, no existen casos de hombres cuya existencia haya sido cercenada por no ajustarse a lo que su compañera espera de él. La segunda oportunidad, y la tercera, y la cuarta, siempre es una opción en las vidas de ellos. Ellas, sin embargo, continúan sin poder sacar los pies del tiesto, y continúan teniendo que demostrar que pueden ser parejas, madres, trabajadoras, amigas, ciudadanas y un largo etcétera sin sucumbir en el intento. Es la gran utopía de la libertad.