La fuga de los malditos
Prepárense. Suena el jolgorio y resoplan los últimos jartibles del Concurso del Falla. Hemos acabado un mes de cuplés, chirigotas, comparsas, coros y cuartetos. Y ahora, toca di-ver-tir-se. La fiesta carnavalera llega a las calles de la capital y los vecinos del centro comienzan a temblar. No es por la infravivienda o por los pedruscos que encuentran cuando se inician unas obras o los temblores telúricos de la diosa Tierra.
Actualizado:Lo sufrí el pasado año, cuando Pasión Vega (esta malagueña enamorada de Cádiz). Lo que me contaron no era leyenda, sino una triste realidad. Además, el transporte público no sólo fue caótico, pudo ser una tragedia (la gente bajando de los vagones en Torregorda por la asfixia). Pero lo más sorprendente (y desagradable) fue en el meadero público que se conviertió la Tacita.
Consuelo o no. Todas las fiestas populares y masificadas son iguales en todas partes. Sanfermines, Fallas, Bando de la Huerta... Nuestra locura se diluye entre el humo de la pólvora y el alcohol que corre por las venas. Semos así, que diría el castizo. Lástima que el divertimento de algunos choquen con el descanso de la mayoría.