El ejemplo de Romanones, por Wayne Jamison
CALLE PORVERA Las malas lenguas cuentan que Romanones fue un abanderado en lo de la compra de votos. El conde contaba, al parecer, con una eficaz red de ayudantes y delegados que se dedicaban a patearse Guadalajara para repartir pecunios. El sistema le funcionaba a las mil maravillas hasta que un día sus colaboradores le contaron que su cuñado, que se presentaba como rival en unas elecciones, estaba comprando el voto a tres pesetas, una más de lo que solía pagar él. No se quedó quieto y dio la orden de pedirle a cada ciudadano comprado las tres pesetas que le había dado su cuñado y ofrecerle un duro a cambio del voto. Resultado: cada apoyo le costaba dos pesetas, igual que antes. De ser cierta, fue una jugada maestra, sí, pero sucia y rastrera.
Actualizado:La actual campaña electoral cada vez suena más a Romanones. Lo último ha sido la promesa de devolución de 400 euros a todos los ciudadanos que realicen la declaración de la renta. Zapatero ha traspasado los límites de la ética política al prometer esa paga, algo que parece que compañeros de su propio partido le recriminan, aunque sea de forma anónima. Porque no todo debe valer en democracia y es de esperar que el candidato de CiU al Congreso, Durán i Lleida, no se quede en la amenaza y acabe decidiéndose a denunciar el asunto en los tribunales electorales. Sería, posiblemente, su mayor contribución a la campaña.
Pero me quedo con la leyenda que cuenta la respuesta que le dio un agricultor a un político que le pedía el voto a cambio de una serie de promesas. «Déjeme tranquilo, que mi hambre me la administro yo solito», vino a contestarle amablemente. Pues eso.
wjamison@lavozdigital.es