Política y Gente, por Federico Abascal
Los sondeos electorales parten de la infundada presunción de que los ciudadanos expresan sus opiniones sinceramente, y de ahí tantos fracasos demoscópicos. El arte de la demoscopia consiste en purgar de malicia y falseamiento las opiniones recogidas por los encuestadores, incluso sobre el voto decidido, y en anticipar después mediante la aplicación de complejas fórmulas matemáticas sobre datos ambiguos (y a veces equívocos), el resultado de las urnas.
Actualizado: GuardarEn esta industria especializada en el augurio influye mucho la suerte, como en la antigua adivinación del porvenir observando el hígado de las aves. Ahora, y en vez de las entrañas de una tórtola, habría que observar cual de los dos líderes con posibilidades de gobernar tira más lejos la piedra de sus promesas económicas, cuál de los dos es capaz de llegar orinando más lejos. Los dos, Rajoy y ZP, son buenas personas y llevan tiempo siendo adultos, pero ante el electorado se muestran como niños temerosos uno de que el azar le quite el juguete del poder, y el otro de que no se lo conceda.
Y aquí y ahora se juega mucho la sociedad en la apuesta que gane finalmente, se juega más que los 400 euros que regalaría ZP a cada contribuyente en junio, o los más de los dos millones de empleos que garantiza Rajoy sin decir cómo va a conseguirlos, a no ser que Pizarro tenga dotes taumatúrgicas para remediar el paro.
En España, se están disputando el poder dos partidos que representan dos modelos sociales notablemente diferentes, en el sentido social y económico, siendo el del PSOE el ya conocido y aplicado en esta legislatura agonizante, y el del PP, si nos atenemos a ciertas señales o más que señales, demostraciones, el de un neoconservadurismo duro y puro, con tendencias claras a la privatización de servicios públicos.
Y no es porque, según Pizarro, donde mejor está el dinero es en el bolsillo del contribuyente, en lo que muchos estamos de acuerdo, pero siempre que las arcas del Estado percibieran lo necesario para el funcionamiento del país, desde la infraestructuras hasta los servicios sociales, incluida la sanidad pública, que tan maltratada y calumniada se ha visto en esta legislatura por el gobierno de la Comunidad de Madrid.
Basándose en una noticia anónima, el consejero de Sanidad, Manuel Lamela, que ya ha cambiado de consejería, esparció contra el Servicio de Urgencias del Hospital Severo Ochoa, y su director el doctor Luis Montes, la especie de que practicaban eutanasias masivas mediante sedaciones excesivas o innecesarias.
Y el citado doctor y su equipo fue fulminantemente destituido, y sometido a un desprestigio profesional que ahora procura devolverle una sentencia de la Audiencia Provincial.
Pero cómo una sentencia va a devolver el honor profesional calumniado durante tres años por el gobierno de la comunidad.
Los damnificados por esta patraña de la Consejería madrileña de Sanidad encajan bien en las preferencias de la presidenta Esperanza Aguirre por la medicina privada frente a la pública, como es visiblemente público y notorio.
La privatización de servicios públicos, incluidos algunos transportes, es una fijación ideológica de la señora Aguirre, con peso y fuerza demostrados en las alturas del PP. La puja entre ZP y Rajoy es un juego de niños. Política y gente, cada vez menos respeto mutuo.