VUELTA DE HOJA

La báscula es el enemigo

Según cálculos aproximados muere una persona cada semana por haber decidido hacerse una operación contra la obesidad. No quedaría ninguna de Las Tres Gracias si esa práctica se hubiera impuesto en otras épocas, pero ahora está de moda ofrecer un aspecto lo más parecido posible al que se muestra en las exhumaciones. Mucha gente quiere perder parte de su volumen corporal y se queda de cuerpo presente en el quirófano. La proliferación de operaciones quirúrgicas ha llevado estos asuntos a la justicia, pero los cirujanos advierten que este tipo de operaciones es siempre arriesgada.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

¿Por qué está tan mal vista la gordura, que es donde hay más cosas que ver? Ojalá cuidáramos con el mismo esmero la línea interior. Salvo casos extremos de la llamada obesidad mórbida que hacen peligrar la salud, desprenderse de un trozo de barriga mediante la intervención del bisturí es una frivolidad temeraria. Claro que es peor hacerlo mediante la gimnasia. Siempre ha habido gordos y flacos -don Gregorio Marañón escribió un libro muy serio con ese título- del mismo modo que siempre ha habido ricos y pobres, aunque debemos procurar, en este último caso, que no sean siempre los mismos.

La naturaleza lleva muy mal que se le lleve la contraria. Me acuerdo del gran Edgar Neville, que se metía en una clínica carísima de adelgazamiento y cuando le preguntaba cómo soportaba su voluntario tormento, me explicaba que sobornando a los enfermeros para que le llevasen, al precio que fuera, bocadillos de calamares fritos. El temor a que en la báscula no salga el célebre papelito diciendo «pésense de uno en uno» es el culpable, no los kilos de más. Las personas gordas suelen ser bienhumoradas y corteses. De Chesterton se dijo que en más de una ocasión le había cedido su asiento en el autobús a dos señoras.