Segunda vuelta
Actualizado:n pleno mes de enero, al Cádiz de Calderón le ha dado por hacer la goma, práctica ciclista, y, en el caso del fútbol, ejercicio de confusión general que lleva a periodistas, jugadores, aficionados y miembros del consejo a vislumbrar el ascenso cuando el equipo da el zarpazo a domicilio y a entrar en un estado de depresión colectiva cuando nos roban la cartera en Carranza. Así que en este club, con dos caras y una tercera -la de la frustración- en la figura del colombiano De la Cuesta, todo apunta a una prolongación del actual periodo de inestabilidad deportiva y social hasta que esta accidentada temporada finalice el próximo mes de junio. El mercado de invierno también les ha servido de bálsamo a los actuales gestores, ahora que algún que otro insulto vuelve a escaparse en dirección al palco cuando suena el pitido final. Ya se sabe que en este deporte de engañabobos nada como traer un par de caras nuevas, vender su curriculum como si de un galáctico se tratara y repetir por enésima vez -a pesar de la vergüenza ajena que provoca dicha manifestación- que el futbolista estaba loco por recalar en Cádiz y que había desechado incluso ofertas superiores por vestir la camiseta amarilla. Todo para evitar la triste realidad de un club que, como viene siendo tradición en sus últimos ejercicios, ya huele a fracaso en su paso del ecuador porque ha insistido en marcarse un objetivo absolutamente opuesto al potencial real de un plantel que Baldasano y García Remón nos metieron con calzador e incluso con la sensación de que iba a andar sobrado. Comienza la segunda vuelta y, como vender humo no cuesta dinero, la presencia de nuevos miembros en el vestuario ha vuelto a envalentonar a los de siempre; al punto de que la palabra ascenso se incluye de nuevo en el manual de los que gestionan dinero y sentimientos ajenos sin mirar a la clasificación.