Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

Las cosas en su sitio

Las fiestas y tradiciones son una de las principales señas de identidad de un pueblo. Por la forma de celebrar sus días grandes podremos conocer buena parte de la idiosincrasia, tradiciones, cultura e, incluso, desarrollo económico del lugar donde nos encontremos. Por eso, si preguntaran a cualquier jerezano por nuestras principales tradiciones y ciclos festivos, un altísimo porcentaje haría referencia a la Feria del Caballo, la Semana Santa y la Navidad. Los tres acontecimientos son «marca de la casa» y dan pistas muy a las claras del tipo de ciudad que tenemos y de la sociedad que hemos construido a lo largo de los siglos. La historia nos dice que, desde sus orígenes en tiempo de los fenicios, Jerez siempre ha estado vinculada al sector agrícola y ganadero. Los ricos campos y viñedos, sumados a la gran extensión de su término municipal, convirtieron la agricultura en el fundamental sustento del Jerez antiguo y dieron al mundo los famosos vinos de nuestra tierra. La feria de Jerez nace en tiempos de Alfonso X El Sabio y surge precisamente como un gran mercado para la compraventa de vinos y ganado. Con el tiempo se ha convertido en lo que es hoy día, una gran fiesta que gira entorno a dos símbolos de la ciudad como son el caballo y el vino. Los otros dos eventos citados con anterioridad, Semana Santa y Navidad, nos muestran también una particular radiografía de Jerez y nos dicen que se trata de un lugar donde las tradiciones cristianas y las costumbres religiosas tienen un peso específico muy importante. El ciclo navideño y las tradicionales zambombas también reflejan el protagonismo del flamenco y de la cultura gitana en lo que podríamos llamar el ADN de Jerez.

JAVIER BENÍTEZ
Actualizado:

Así las cosas, dudo que ninguno de nuestros paisanos citara el carnaval como una de nuestras fiestas tradicionales y predilectas. El carnaval en Jerez no tiene sitio ni tiene sentido. Esta ciudad no es de las que se ríe de sí misma, sigue teniendo miedo al ridículo y sobre todo no lleva en la sangre esta fiesta de máscaras y disfraces. Tiene otras. Ni mejores ni peores, diferentes. Y las que hemos citado son un vivo ejemplo de que los jerezanos se vuelcan cuando les ponen por delante algo que sienten de verdad. Me podrán decir que hace no sé cuantos años Jerez tenía unos carnavales y bailes de disfraces extraordinarios. A lo que yo respondo que la propia historia se encargó de borrarlos y por eso no han llegado a nuestros tiempos. Esta ciudad no es de carnaval, aunque sí hay muchos amantes de los carnavales, pero la gran mayoría disfrutan de ellos donde hay que hacerlo, en ciudades del entorno, como Cádiz, donde sí -y esto podría parecer contradictorio por la propia esencia del carnaval- se hace algo serio con esta fiesta. Entiéndanme el matiz. Por el mismo motivo, los aficionados a los encierros van a Pamplona y no a Burgos, o los que disfrutan con las Fallas tienen que ir a Valencia y no a Lugo.

En Jerez el carnaval es una fiesta forzada, metida en el calendario con calzador, hipócrita e inexistente. Se reduce a cuatro actos tutelados por el Ayuntamiento y a una cabalgata que sí arrastra a gente a la calle, pero convendrán conmigo que cualquier cabalgata tiene ese efecto y que si en vez de ser la cabalgata del carnaval de Jerez fuese la del pimiento morrón iría la misma cantidad de público. Con todo el respeto para los pocos que siguen defendiendo la validez de un carnaval en Jerez -donde no he visto disfrazado en esos días a nadie que supere la barrera de los ocho años- tampoco creo oportuno ceder el teatro Villamarta para que se celebre el pregón de algo que la inmensa mayoría de los jerezanos no sienten como suyo e ignoran por completo. ¿Qué será lo próximo? ¿Llevar al Villamarta el pregón de la semana cultural de los aficionados a los jilgueros? Insisto, valga la contradicción, no lo veo serio. Bien haría el Ayuntamiento en invertir el dinero que se gasta en el programa festivo del carnaval en otras necesidades de la ciudad. En Jerez no cuajará nunca un carnaval, al igual que en Moscú no cuajaría la Feria del Caballo. Las cosas tienen que estar en su sitio.