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LA RAYUELA

Agua

Me van a perdonar que les hable del agua, a pesar de la que está cayendo estos días en Gaza, de las bruscas sacudidas de la bolsa o los sustos del terrorismo etarra e islamista. Y además, con el carnaval reventando por garajes y trastiendas a punto de eclosionar. Pero llevo unas cuantas semanas que sueño con ella y el que la lleva la entiende.

MANUEL VERA BORJA
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Me preocupa acumular certezas acerca de su progresiva escasez en el contexto del imparable cambio climático de un mundo en crecimiento donde, por la lógica del mercado, será un bien cada vez más caro y estratégico. De hecho, su precio en determinadas zonas del mundo es ya mayor que el del petróleo. La lucha por su posesión provocará más guerras y muertes en un próximo futuro que las que causan hoy en día éste y otros elementos indispensables para el desarrollo tecnológico (coltán, por ejemplo). La humanidad volverá a luchar por el elemento más indispensable para la supervivencia de las especies, como en el comienzo de todas las civilizaciones.

Y pienso en este sur nuestro, tan frágil frente a la sequía y la escasez, cuyos variados ecosistemas mostrarán pronto los estragos de una amenazante desertización. Por ello, he pensado en invitarles a visitar algunos lugares de la provincia donde el agua es aún agua y la naturaleza, naturaleza; antes de que este cálido invierno y la previsible poco lluviosa primavera comience a secar los manantiales. Además, estoy convencido que hay espacios sorprendentes, espectaculares, asombrosos y tremendamente delicados de la provincia que muchos gaditanos desconocen.

Me gustaría utilizar una imagen cinematográfica, la de del replicante androide de la película Blade Runner (de reciente reestreno en Jerez), que al hacer balance de su vida relata en medio de la lluvia que cae sobre los rascacielos de Los Ángeles que ha visto fenómenos y paisajes en la naturaleza que ningún humano puede siquiera imaginar. Cuando la ví por primera vez en los años ochenta pensé que, en efecto, el esplendor de la naturaleza en la tierra es mucho más asombroso que el más refinado de los espectáculos o tecnologías producidos por el hombre. Sólo tres ejemplos por falta de espacio:

Descender a la hoya del Guadarranque donde nace este río de Jimena de la Frontera, en medio de una cúpula vegetal selvática por la que se cuelan delgados rayos de sol que brillan sobre un agua azulina turquesa (por su naturaleza sulfurosa), donde las viñas salvajes trepan por los árboles y, a través de un claro, se ve la buitrera que corona la cima del monte.

Dejarse mecer por el viento y azotar por la lluvia impetuosa de las nubes que suben embravecidas por el puerto del Boyar hacia la sierra del Pinar, procedentes del océano, para descargar en el bosque del Pinsapar (un reducto terciario imponente y misterioso), haciendo de Grazalema el pueblo más lluvioso de España. A sus pies, en Benamahoma, se puede ver y escuchar el agua brotando de la tierra por los cachones.

O llegar por la Vía Verde de la Sierra hasta el viaducto del Guadalporcún y adentrarse en la estrecha hoz que el río ha horadado en el Peñón de Zaframagón, en cuya cumbre planea en círculos concéntricos la mayor concentración de buitres de Europa occidental. Por encima del murmullo del agua se puede sentir el viento que se cuela entre las paredes de piedra.