El voto joven arrolla en Carolina
Miles de chicos y chicas arropan a Obama en el cierre de campaña del estado que aspiraba a ganar Los otros dos candidatos demócratas lanzan a la arena electoral a sus hijos para conseguir apoyos
Actualizado:Llegaron ayer a las urnas dispuestos a hacerse dueños de su destino, contagiados por el idealismo de Barack Obama, que ha obligado a sus rivales a sacar a sus hijas para conectar con los jóvenes que ayer desbordaron las urnas de Carolina del Sur. «¿Fire up, ready to go!» («¿Encendidos, listos para marchar!»), coreaban los 5.000 jóvenes que acompañaron el viernes a Obama en su cierre de campaña. El Roger Center for de Arts de la Universidad de Carolina del Sur parecía venirse abajo con el estruendo. Obama apenas podía hablar, interrumpido continuamente por los aplausos y las consignas de quienes le han aupado en este «viaje improbable» que empezó hace poco menos de un año.
«No son los afroamericanos los que le van a dar la victoria aquí, sino nosotros los jóvenes, porque su mensaje de la esperanza nos ha cautivado», decía entusiasmada Sarah Burris, de 25 años. Entre ellos también había algún adulto contagiado por la euforia colectiva, como George Palmer, de 66 años, un republicano que por primera vez en su vida votará por un demócrata. «Este tío es honesto, me creo todo lo que dice. Yo tenía mis problemas raciales, pero ya los he superado. Los jóvenes lo van a hacer presidente porque los hemos educado para que no vean colores sino personas».
Desde Iowa, donde Obama consiguió una sorpresiva victoria que hizo realidad los sueños de muchos, el candidato afroamericano no se había visto tan arropado por los jóvenes. Las encuestas le auguraban una victoria de diez puntos por encima de Hillary Clinton, pero también lo hicieron en New Hampshire, donde al final se quedó dos puntos por detrás. Esta vez había algo más significativo que las encuestas: Hillary Clinton no estaba ayer en el estado para celebrarlo.
Visita relámpago
Tan claro parecía tener que Carolina del Sur se le había escurrido entre los dedos que apenas abrieron las urnas tomó un avión con destino a Nashville (Tennessee), donde calentará motores para el Supermartes. Ni siquiera su marido, que hizo campaña en su nombre toda la semana durante su ausencia, se quedó a esperar los resultados. La ex primera dama volvió el último día a Carolina del Sur sólo para desmentir a John Edwards. «Si os abandona antes de que votéis en las primarías, ¿cómo vais a creeros que estará con vosotros de presidenta?», dijo el ex senador a sus compatriotas.
Ambos han tenido que tirar de sus hijas para contrarrestar el arrollo juvenil de Obama. La ambición de ganar ha roto el proteccionismo que los Clinton ejercían sobre su única hija. Chelsea había hecho campaña con sus padres e incluso repartido octavillas de la mano de Bill, pero esta semana le han permitido con reticencias que aparezca sola en las universidades donde suele reinar Obama.
Hasta ese momento pocos periodistas conocían su voz, que resulta sonar más grave de lo que sugiere su rostro lánguido. La campaña ha negado su agenda a los medios y ha relegado sus actos a ciudades pequeñas, donde a veces ni la prensa local se enteraba. El martes la acompañaron en su debut de la Universidad Francis Marion de Florence dos amigas que también tienen su gancho con la gente joven: las actrices de televisión America Ferrera (protagonista de Betty La Fea) y Amber Tamblyn (Hospital General y Juana de Arco), de 23 y 24 años respectivamente. Chelsea contaba con 12 cuando se mudó a la Casa Blanca en 1993.
Dicen que tiene el cerebro de sus padres, prueba de ello es que se graduó con honores en Standfort, después de rechazar Harvard y Yale. Estudió Química e Historia, vive en un apartamento de Grammercy Park, en Manhattan, y trabaja para una firma de inversiones. Su época de identificarse con los estudiantes está a punto de acabar, como ella misma reconoció.
La 'compañera' Chelsea
«Pienso en mí como uno de vuestros compañeros», dijo a la audiencia. «Pero en realidad tengo 27 años y probablemente soy mayor que vosotros». A preguntas de un estudiante sobre la conexión de Obama con los jóvenes, Chelsea les ahorró las respuestas políticas de sus padres. «Para ser honestos, yo estoy aquí en parte como reacción a eso».
Un poco más cerca está Cate Edwards, de 25 años, que también se ha visto obligada a subir a los escenarios para promover a su padre entre los jóvenes, e incluso a salir en MTV. «A los jóvenes no se nos escucha, a menudo tenemos la impresión de que nos han arrebatado la democracia de las manos», se quejó. A diferencia de Chelsea, Cate no necesita rodaje. Dicen que lleva la política en las venas y que comparte la energía y el positivismo de su padre, que pese a no haber ganado ni una de las tres grandes primarias celebradas este mes todavía no descarta ser el nominado del partido.
Edwards va tan distanciado de Obama y Clinton que si quedara segundo en Carolina del Sur, como ocurrió en Iowa, lo celebraría como una gran victoria. El candidato que encarna al único hombre blanco de esta contienda demócrata tiene a su favor haber nacido en este estado, como se ha encargado de remarcar en cada una de sus apariciones.