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La eliminatoria interminable

Casi un mes después de que empezaran las primarias, lo único claro es que en esta eliminatoria nadie pierde. Muertos resucitados, enterrados que resurgen, candidatos salidos de la nada La emoción de estas elecciones empieza a sugerir el drama de un largo culebrón: ¿Y si se acabaran las primarias sin que nadie gane?

M. G.
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Los analistas políticos ya han asumido que ni siquiera el Supermartes del 5 de febrero, madre de todas las primarias, cuando voten veinticuatro estados a la vez, será capaz de dar la victoria a un solo candidato La política republicana de que el ganador se lo lleva todo puede facilitar un desenlace entre los conservadores, pero no entre los demócratas, que se repartirán los delegados de cada estado.

El Supermartes pondrá en juego 1.681 delegados para la convención demócrata. La competición se acaba cuando algún candidato logra juntar 2.025 (en el caso de los republicanos, 1.191). Según las cuentas de la Agencia Associated Press, ni en el remoto caso de que un solo candidato demócrata se llevara todos los delgados del Supermartes podría alcanzar la cifra necesaria para zanjar la competición. Así de repartidos están los que se han jugado hasta ahora.

El complicado sistema de delegado permite a estas alturas arrojar diversos resultados según cómo se hagan las cuentas, por lo que también cabe la posibilidad de que haya que esperar hasta las convenciones del verano para saber quién será el ganador.

En los últimos cuarenta años las convenciones se han convertido en actos superfluos donde se daban discursos para coronar al candidato, pero hubo un tiempo en el que no eran pura rúbrica, sino que de esa votación decidía quién era el nominado. La última vez que dos formidables candidatos tuvieron en ascuas a la nación fue en 1976, cuando los delegados tuvieron que votar hasta tres veces para reelegir a Gerald Ford. Ronald Reagan tuvo que esperar otros cuatro años.