«La regla del 6 no funciona para las pequeñas cantidades»
Algunos expertos en el análisis del comportamiento humano y especialmente de la actitud ante determinados fenómenos económicos, ya anticiparon a principios de la década que la implantación del euro podía suponer un gran problema en las pequeñas cosas. En esas pequeñas compras de cada día, aparentemente intrascendentes para muchos, pero vitales para una parte importante de la población. Entre esos expertos se encontraba Ismael Quintanilla, un profesor de la Universidad de Valencia, experto en Psicología de la Economía.
Actualizado:«Ya lo dijimos y no nos hizo caso nadie -recuerda Quintanilla- que aquello que se llamaba el redondeo iba a ser un problema y lo ha sido». Para este experto, los esquemas mentales que se han generado en las cabezas de los ciudadanos son bastante claros. «Para las grandes cantidades -dice- aplicamos sin problemas la regla del seis. Como seis euros son mil pesetas, a partir de ahí somos capaces de trasladar a pesetas, prácticamente sin problemas, las grandes cifras en euros».
Pero el problema surge, asegura este profesor de la universidad valenciana, «cuando tenemos que establecer un mecanismo de cálculo para traducir a pesetas pequeñas cantidades. En especial, cuando tienen decimales. Ahí surge el caos. Así, por ejemplo, muy pocos son capaces de traducir rápidamente a pesetas algo que valga, por ejemplo, 0,7 euros».
Buscar una regla de cálculo, lo más sencilla que sea posible, es el único método sensato para sobrevivir cuando a alguno le cambian de moneda. No sólo ha ocurrido con la desaparición de la peseta y la introducción del euro, sino que ocurre cada vez que un europeo viaja a una zona geográfica que maneje otra moneda, como el dólar, la libra esterlina, etc. En su opinión, cuando se produce un cambio de moneda en un país, también se crea una brecha generacional. La de quienes siguen pensando en la antigua y malviven con la nueva y la de quienes, por razones de edad, no han conocido la primera. A estos últimos, la vida les sonríe y no se plantean quebraderos de cabeza. «Cuando te cambian de moneda es difícil, por no decir imposible, tener una idea clara sobre el valor de las cosas. No es nada nuevo. Cuando yo escuchaba a mis padres hablar sobre la 'perra gorda', no era capaz de entender o valor con exactitud qué era eso. Sin embargo, para ellos era algo perfectamente normal».
«La evolución de la conciencia económica -apunta el profesor Quintanilla- se produce entre los siete y los 10 años, aproximadamente.